martes, febrero 10, 2009

San Valentín en crisis


“Cuando el dinero sale por la puerta, el amor salta por la ventana”, dice el dicho.
Y sí, aceptémoslo. Es difícil tener detalles, organizar una cena en el restaurante de moda, ir a bailar o reservar en un hotel cuando el dinero sólo alcanza para vivir al día. Y eso es lo que pasa generalmente en una época como ésta, una época de crisis económica para el mundo entero, y justo cuando tenemos encima el dichoso Día del Amor y la Amistad, mejor conocido como Día de San Valentín.
Aunque, como todo, la crisis puede tener su lado positivo. Porque ¿quién quiere ir al restaurante de moda a esperar tres horas a que le asignen una mesa, si es que la encuentran, porque todo está inundado de enamorados?, o ¿quién quiere ir a hacer un tour por los atiborrados hoteles de la ciudad para tratar de reservar una habitación junto con cientos de parejas que tuvieron la misma idea? Y justamente esto es lo que sucede cada Día de San Valentín en épocas de bonanza económica.
Por eso siempre hay que buscar el lado optimista de las cosas. La crisis económica es una buena oportunidad para ser creativos y regalar a nuestra pareja cosas simbólicas, cargadas de amor y sensualidad y gastando el mínimo dinero posible.
Y como yo ya soy una experta en el “hágalo usted mismo y con poco dinero”, decidí elaborar para todos ustedes un regalito: una lista de tips de cosas divertidas con que pueden agasajar a sus parejas en este 14 de febrero.

1) Una serenata. Evidentemente, contratar a un mariachi o a un trío de cantantes para que le acaricien el oído a nuestro amado (o nuestra amada) resulta prohibitivo para nuestros bolsillos; pero siempre se puede aprender a sacarle unos cuantos acordes a la guitarra para acompañarse uno mismo, o bien, conseguir una grabadora portátil y un casete con la música de nuestra preferencia para dedicarle dos o tres melodías cargadas de sentimiento.
Si no tenemos voz, y nos preocupan los posibles zapatazos que puedan lanzar los vecinos en medio de la noche para callarnos, no importa. Es 14 de febrero, casi todo se vale.

2) Un strip-tease. Aquí hay dos modalidades, la femenina y la masculina.
a) En el caso de las mujeres se puede hacer, por ejemplo, la danza de los siete velos. Para ello se requiere un bikini sexy o un bonito coordinado de lencería, y siete trozos medianos de tela (si son de gasa, mucho mejor).
El truco aquí es sostener los siete trozos de tela en el bikini, en puntos estratégicos, para cubrir el cuerpo lo más que sea posible.
Antes de iniciar la danza, se debe crear el ambiente propicio. Escoger un lugar con suficiente espacio para colocar en el suelo un tapete, alfombra o colchoneta (lo que tengamos a mano para dar el efecto) y adornarlo con cojines o almohadas, desde las cuales nuestro amado podrá contemplar el espectáculo cómodamente.
Por supuesto, debemos acompañarnos de una música sensual (la que sea de nuestra preferencia) y una vez que esta arranque, bailar suavemente a su compás, al tiempo que vamos quitando, uno a uno, los siete velos.
Si nos gana la risa en el camino, no importa… no hay que olvidar que reír en pareja también puede ser un potente afrodisíaco.
Y por favor, este no es el día de preocuparnos por aquella molesta llantita. Dejemos que florezca la sensualidad sin inhibiciones.

b) El caso de los hombres es un poco más difícil, porque requiere habilidades para bailar y desinhibirse que muchas veces no tienen.
Si son buenos bailarines, asunto arreglado. Escojan una ropa bonita (la que más les haya alabado ella) y una melodía sexy, y entonces sí, a bailar mientras se quitan cada prenda.
Si en cambio tienen dos pies izquierdos, entonces hagan una parodia de un strip-tease. Insisto, reír también puede ser afrodisíaco.
Pueden por ejemplo vestirse de policía, doctor, médico, jugador de futbol americano (cualquier cosa que puedan inventar con la ropa que tengan a mano), escoger una melodía divertida, tipo Macho Man de The Village People, y hacerla reír.
Créanme que sus mujeres apreciarán el esfuerzo y la paga puede ser muy buena.

3) Chocolate. La idea de esta opción me surgió gracias al libro el Club del Adulterio que ya les reseñé anteriormente.
Sé que pensarán que chocolate es el regalo más común que damos en San Valentín, pero aquí no importa tanto el qué, sino el cómo.
Pueden comprar unos cuantos chocolates, y más que darlos, usarlos.
Por ejemplo, vendar los ojos a su amada (amado) y darle un chocolate antes de regalarle un beso en alguno de esos sitios que ustedes saben que la hace (lo hace) estremecer.
O bien, comprar betún y polvo de chocolate y untarlos en sitios estratégicos. Por supuesto, no se trata de quedar pegajoso al punto de no querer nada más que un buen baño, sino de dar a nuestra pareja unas probaditas del sabroso dulce sobre nuestra piel.

4) Ser EL regalo. ¿Qué requerimos para ello? Un moño, hojas de papel, pluma, velas.
El truco es colocar en sitios estratégicos de la casa frases eróticas, incluso de aquellas que acostumbramos decir en la alcoba, y en cada una poner una flecha que señale a la siguiente. Por supuesto, la idea es que nuestra pareja llegue hasta el lugar que hemos preparado previamente.
Este lugar puede ser el cuarto en el que dormimos, sólo que adornado con velas y, si les gusta, incluso una varita de incienso o un poco de popurrí para aromatizar el ambiente.
En ese lugar esperaremos a nuestro amado/amada, con un gran moño colocado donde más nos guste, y ropa sexy que puede ser lencería en el caso de las mujeres y nada más que unos jeans en el caso de los hombres.
Lo que pase después, ya depende de ustedes.

5) Vales. Este regalo es el más fácil de todos, pero requiere creatividad, porque podemos echar a perder todo con una frase tan poco atinada como, “para una noche de amor con mua”.
La cosa es que los vales sirvan para esas cosas que sabemos que le gustan a nuestra pareja: Vale para un besito en…, o Vale para una mordidita en… En fin, cada cual sabrá que es aquello que vuelve loco (a) a su amado (a) y podrán echar mano de ello.
Eso sí, procuren hacer vales bonitos, y entregarlos varias horas antes de que su pareja pueda usarlos, a fin de provocar que él (o ella) estén un buen rato imaginando lo que sucederá.

Y bueno, ahora sí no hay pretextos… a disfrutar del placer del amor, aún en época de crisis.

¡Felicidades a todos!

sábado, febrero 07, 2009

El meme de la Ixis

Pues bien, la querida y talentosa Isaura me dio la estafeta de este meme hace unos días.
Yo esperé a responderlo por dos razones. Una, que acababa de subir el post anterior cuando me di cuenta del encargo, y dos, que revisé la cuarta foto del cuarto fólder de “mis imágenes” y me di cuenta que era una gráfica que habla de amistad y de amor.
Me pareció que era la imagen ideal para poner en este espacio unos días antes de San Valentín.
Las reglas del citado meme, son las que siguen:
1. Go to the 4th folder in your computer where you store your pictures.2. Pick the 4th picture in that folder.3. Explain the picture.4.
4. Tag 4 people to do the same!
En otras palabras, y para los que son unilingues: 1) Ve al cuarto folder en el espacio de tu computadora donde tienes guardadas las imágenes; 2) Escoge la cuarta foto de ese fólder. 3) Explica la foto 4 (en tu blog, se entiende); 4) Encárgale a cuatro incautos que hagan lo mismo.
Así que, como diría Jack el destripador, me fui por partes.
Cuando di el paso 1 me di cuenta que soy una obsesiva de la organización (porque tengo hartos folders) y de la fotografía (porque tengo hartas fotos).
En el paso dos, me topé con esta foto en la que aparecemos, de izquierda a derecha, mi marido Olivier, mi amiga Lorena, Edgar (esposo de Lorena), yo, mi amiga Gaby, Butch (esposo de Gaby) y atrás, escondidito, también se ve al papá de Gaby.


El paso 3 es el que voy a dar ahora mismo:
La foto que escogí fue tomada el 26 de diciembre pasado, durante la última visita de Gaby a México (ella vive en Boston).
Fue una reunión que organizó Gaby junto con su familia, la cual está conformada por personas cálidas, inteligentes y que saben ser los mejores anfitriones, así que todos la pasamos realmente muy a gusto, y para cuando se tomó esta foto (cerca de la medianoche) ya sentíamos los estragos de las varias copas que traíamos entre el pecho y el espinazo.
Pero, y he aquí lo que dije el principio, aunque la imagen mostrada se pudiera parecer a cualquiera de las que se toman en una reunión de amigos, aquí hay lazos muy profundos y una historia compartida que hace que esta foto sea verdaderamente especial.
Conocí a Gaby y Lorena hace casi 19 años, cuando inicié la carrera en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. No tardamos nada en volvernos amigas inseparables.
A lo largo de los cuatro años que duró nuestra licenciatura, hicimos trabajos juntas, reímos, lloramos, viajamos, compartimos fiestas y nos pusimos unas borracheras memorables.
Yo las adoré desde el principio, porque no tardé nada en descubrir que aunque cada una tenía su personalidad muy definida teníamos muchas cosas en común.
Pero además, ellas y nadie más, fueron las causantes de que yo esté aquí ahora, convertida en una señora casada y con dos hijos. Al enterarse de que me gustaba Olivier, se dieron a la tarea de unirnos… y lo lograron.
Por supuesto, al paso del tiempo y como sucede en toda amistad, en la nuestra hubo desencuentros, malos entendidos y separaciones momentáneas, pero siempre ha pesado más el cariño y la complicidad que tenemos.
Puedo decir que he crecido al lado de ellas. Sin importar las distancias físicas que a veces nos han separado, las tuve cerca en mi boda, en el nacimiento de mis hijos, en la muerte de mi padre, y yo pude asistir a sus bodas y compartir la llegada del pequeño Edgar, hijo de Lore.
A lo largo de 19 años, he visto a mis amigas convertirse en mujeres en toda la extensión de la palabra, y me he maravillado con su manera de asumir la vida, tomar decisiones, y luchar como unas leonas por aquello en lo que creen y por los proyectos de vida que decidieron defender.
Pero lo que más me maravilla es el sexto sentido que tienen. Ese sexto sentido que las hace llamarme cuando más las necesito; aparecerse con un mensaje, una palabra, una frase de apoyo y hacerme recordar que no estoy sola.
Las quiero y las respeto mucho más de lo que puedo expresar en este espacio, y ellas lo saben. Simplemente, creo que son personajes indispensables en mi vida, sin los cuales mi camino no sería tan feliz como lo es, y me esfuerzo siempre por tratar de estar a la altura de la amistad que ambas me regalan.
Gaby y Lore son una de las grandes bendiciones de mi vida, y nunca me permito olvidarlo.
Por eso, un homenaje a mis amigas queridas, para que cobre un verdadero significado el tan llevado y traído Día del Amor y la Amistad.
PD.- El paso cuatro no lo voy a cumplir a cabalidad, porque no sé a quién pasarle la estafeta, pero los invito a todos a realizar este meme. Está divertido.

lunes, febrero 02, 2009

Reflexiones sobre El Club del Adulterio

Terminé el libro y estuve a nada de encerrarlo en la nevera para evitarle toda posibilidad de hacerme sufrir otra vez en el futuro.
Curiosamente, me lo regaló mi marido, quien a su vez lo rescató de la purga de libros que se hizo en su oficina, y el título no podía ser más inquietante: El Club del Adulterio, de la británica Tess Stimson.
Creí que se trataba de un libro ligero, cómico y sexoso, sobre todo por la leyenda en la portada, sacada de un texto del Daily Mail: “Una historia magistral de lujuria e inmoralidad”.
De hecho, el Daily Mail no se equivocó al definir este texto en ese sentido. En el libro se habla tan explícitamente de las relaciones sexuales y los resortes que hacen que los personajes lleguen a ellas, que tiene una profunda carga erótica, muy disfrutable.
Sin embargo, está ese otro tema, el que da título al libro: el adulterio, el cual, aceptémoslo, es una sombra constante en cualquier matrimonio.
La historia corre a través de tres personajes: Nicholas es un abogado de prestigio, dedicado a resolver juicios de divorcio, un hombre del tipo conservador, creyente a pie juntillas en la fidelidad y que lleva una vida familiar y sexual feliz al lado de Malinche, una escritora de libros de cocina de cierto renombre. Ellos tienen tres hijas, y una vida sólida de pareja.
Pero de pronto llega Sara, una joven y suculenta abogada a la firma donde trabaja Nicholas, y de inmediato éste se da cuenta que todas sus ideas preconcebidas acerca de la fidelidad que se debe guardar en el matrimonio se caen de golpe.
Aunque de entrada se siente culpable por el profundo deseo que le provoca Sara, al final Nicholas se entrega al instinto y por meses mantiene con su compañera una relación secreta de pasión irrefrenable.
Eso sí, se promete a sí mismo que aquella relación adúltera sólo durará un tiempo, el que necesite para saciar el deseo.
Lo mismo se promete Sara, que sin pena se dice a sí misma (palabras más, palabras menos) que sólo está tomando prestado el “juguetito” de otra durante un tiempo pero que piensa devolvérselo.
En otras palabras, Sara y Nicholas creen que aquello es sólo sexo, sin daños a terceros.
Pero de pronto las cosas se salen de su cauce. Sara involucra el sentimiento y empieza a desear que Nicholas sea sólo para ella. Nicholas empieza a tener problemas para ocultar ante su esposa el adulterio y Malinche tarda más de la cuenta en enterarse de lo que está sucediendo a sus espaldas, pero al final lo logra y todo queda al descubierto.
Mientras leía la historia, más de una vez sentí estar leyendo algo que me era profundamente familiar. Pensé que se trataba de textos, cuentos, novelas que había leído antes sobre el tema del adulterio, pero de pronto caí en cuenta que no, que la historia de Tess Stimson me resultaba conocida porque justamente así se habían desarrollado muchos de los casos de adulterio que he tenido cerca en mi vida.
El de mi padre, lógico, es el más cercano de ellos. El adulterio que más me ha costado entender porque me tocó a mí ser la primera que se dio cuenta de que estaba sucediendo, y como hija, constituyó un dolor difícil de explicar.
Tal vez por ello, llevo años defendiendo la impopular teoría de que la infidelidad no debería ser una opcíón para una pareja que se comprometió a permanecer unida y fiel.
Por más que lo escucho en otras bocas, no logro entender que en una pareja que se prometió fidelidad, exista al mismo tiempo una intimidad secreta, desconocida para la otra (el otro), un espacio donde uno o los dos miembros de la relación puedan mantener sexo con otros sin que esto afecte a la pareja.
Para mí es muy simple. Cuando se abre el espacio para que en una pareja alguien desee sexo con otras personas, no hay nada más que hacer ahí, y entonces lo justo, lo que correspondería, sería que se hablara con esa claridad y se terminara aquella relación sanamente.
Lo que me parece inaceptable es el engaño. La idea de que alguien está siendo fiel y alguien infiel en una relación.
Sin embargo, al leer el Club del Adulterio, me vi obligada a cuestionarme a mí misma estos conceptos: ¿Es que acaso la monogamia es una utopía? ¿Sería más correcto que el matrimonio no existiera y nos mantuviéramos teniendo relaciones por aquí y por allá sin más compromiso que el sexo del momento?
Tendría algo de sentido, me dije a mí misma; después de todo, descendemos de los primates, y los primates no son monógamos.
Y a lo mejor, me volví a decir, se puede lograr mantener relaciones fuera del matrimonio que efectivamente no dañen a terceros.
Pero entonces recordé que no. Lo recordé porque lo he visto repetido muchas veces.
Por más que los defensores de las relaciones “sólo sexo” digan lo contrario, mantener una aventura de una sola noche es una utopía. La pasión no se desvanece en un segundo.
Justo como lo retrata Stimson en El Club del Adulterio, la pasión es como una droga, crece, nos hace querer repetir la experiencia y nos pone, inevitablemente, en el peligro de involucrar los sentimientos.
Y una vez que estamos ahí, requerimos entregarnos a la pasión con energía, dinero, detalles. Elementos todos que vamos restando a nuestra relación de pareja para obsequiarlos al objeto de nuestra pasión.
Por eso, tarde o temprano, la esposa o el marido acaban dándose cuenta del engaño, y entonces sí, hay daños a terceros, dolor, vergüenza, humillación.
¿Y se vale?, digo yo ¿Se vale que el egoísmo más puro nos haga decir que somos incapaces de controlar el instinto?
No se trata de amor o desamor aquí.
Se trata, creo yo, de simple honestidad. No puedo ser fiel, lo digo y establezco así mis relaciones. Cuando se habla claro al respecto, no puede haber infidelidad posible.
¿O qué opinan ustedes?

Para datos estadísticos de lo que la infidelidad representa, los invito a la página de mi amiga Carmeliux, quien recientemente escribió un post al respecto: http://carmeliux2008.blogspot.com/2009/01/la-perdida-de-la-fidelidad.html