jueves, mayo 10, 2007

Palabras milagrosas

Cuando llegó al espejo, pasaban las dos de la madrugada.

Se sentía cansada, con esos cansancios que duelen, que provocan escalofríos, que obligan al cuerpo suplicar descanso a gritos.

El espejo le devolvió el reflejo de un rostro con signos de agotamiento.

No cabía duda, el cabello ya no era el de antes, se dijo. Ahora lucía opaco, mal peinado y cada vez con más canas. Apenas había tiempo para pasarle un cepillo, ¡qué épocas aquellas en que podía dedicarle dos horas diarias a su cuidado!

El rostro revelaba años de desvelos y preocupaciones. Las ojeras y arrugas eran la huella del inexorable paso del tiempo.

Las manos por su parte, ya no lucían aquellas impactantes uñas largas y en color escarlata de la adolescencia que habían sido su orgullo. Ahora estaban resecas de tanto vivir en el agua, con la huella de las quemaduras por las batallas en la cocina y los rastros del resistol que habían quedado al hacer la tarea por la tarde.

Lentamente, comenzó el proceso de desvestirse para quitarse la ropa de día y vestirse con la de dormir. El cuerpo a esas horas de la noche respondía con una parsimonia desesperante, pero ya estaba acostumbrada. Se miró el torso. Los senos ya no veían hacia el frente como antes después de amantar a los hijos, y el vientre, que en algún momento de la vida había lucido una fortaleza envidiable, ahora era flácido y estriado.

“No”, se dijo a sí misma, “ya no eres la de antes”.

¿Y había valido la pena?

¿Había valido la pena renunciar al cuerpo juvenil de antaño por traer vida al mundo? ¿Había valido la pena sacrificar horas de sueño cosiendo y planchando la ropa del día siguiente, cocinando, despertando alterada en medio de la madrugada para aliviar una tos o una pesadilla? ¿Había valido la pena el esfuerzo a veces sobrehumano de darse tiempo para todo lo habido y por haber? ¿Había valido la pena aprender cosas inimaginables en la adolescencia como aprenderse de memoria una película para niños, correr en medio de un parque cuando el cuerpo reclamaba descanso, hacer manualidades cuando nunca se había servido para ello?

Cuando por fin terminó el proceso de ponerse la pijama y, como de costumbre, recorrió la casa una vez más para verificar que todo estuviera en orden, se fue hacia la cama con paso agotado dispuesta a caer rendida, como siempre.

De pronto, unos pasos distrajeron su atención.

“¿Qué haces despierto a estas horas, amor mío?”, preguntó con una lucidez que le llegó como un rayo milagroso. Solía pasarle cada vez que esa vocecita la llamaba, sin importar la hora o el momento que fuera.

“Nada, mamita, me desperté, y vine a darte un beso y a decirte que eres la más bonita y más buena del mundo”.

Las palabras del pequeño surgieron el efecto de siempre. Se convirtieron en un bálsamo que le alivió las heridas, el cansancio, y la transformó en una mujer nueva.

Miró fijamente al hijo, tan perfecto y hermoso, le regaló una sonrisa y un beso y lo mandó a dormir.

Después de esto, todo valía la pena.

Hoy, es 10 de mayo. En México se celebra el Día de las Madres. Para mí, cada día desde que di a luz ha sido una bendición que mis hijos se encargan de recordarme con cada uno de sus actos.

Sin embargo, más allá de eso, quise escribir este breve relato para felicitar a mi mamita, a mi suegra y a las mamás bloggers que he tenido la fortuna de conocer y que me han demostrado que, de verdad, el amor de una madre es infinito: Pali, J-Oda y Cápsula del Tiempo, un abrazo cariñoso.

Especialmente, quiero dedicarle este relato a Perita, mi cuñada, porque este es su primer 10 de mayo. El bebé aún está en camino, pero sé que será la mamá más buena del mundo y siempre encontrará razones para decirse a sí misma que todo vale la pena. Un abrazo, querida.

jueves, mayo 03, 2007

La batalla feliz

Aún no me lo creo.
Duré una semana en una redacción, y si bien sufrí la presión propia de los periodistas, tan parecida a la de los corredores de bolsa de Wall Street, me siento satisfecha.
Leí cada día once horas de corrido, no tuve un espacio ni para echarle una ojeada a nada que no fuera una nota informativa, regresé a casa cansada cada día y sin embargo, tan satisfecha.
La última experiencia en un trabajo me había dejado malherida, con el autoestima hecha añicos y la esperanza de un futuro en mi carrera totalmente perdida.
¿Cómo recuperé la fe?
Gracias a un jefe que ve a las personas como humanos, y no como sus sirvientes. Un editor que se esfuerza tanto como su equipo y no cree que por ser el jefe merece privilegios. Una cabeza de sección que se ha fogueado en el frente de batalla, en secciones diarias y con trascendencia periodística.
Recuperé la fe gracias a compañeros que no tienen nada qué demostrar porque han tenido grandes triunfos a lo largo de su carrera. No tienen a nadie qué pisotear, porque son seguros de sí mismos. No tienen por qué armar intrigas contra los otros miembros de su equipo, temerosos de que les ganen el hueso, porque saben que aun cuando se quedaran sin trabajo no tendrán que andar mendigando espacios.
En fin, me di cuenta que la diferencia entre trabajar feliz y no hacerlo, no siempre reside en el entusiasmo en que uno le ponga y los conocimientos que tenga sino en la gente con la que trabaje.
Ahora estoy feliz. Muy feliz.
Regresé a lo mío. Estoy en casa. Un poco desorganizada, eso sí, pero tratando de poner todo en orden. Ya me compré mi Pepto Bismol para la gastritis que seguro me va a dar, como suele pasarnos a casi todos los periodistas, pero son gajes de este oficio.
Eso sí, los extraño mucho a ustedes, mi equipo de amigos bloggers, pero como lo prometí, estaré aquí al menos una vez por semana reportándome.
Si se puede, tengo pensado escribirles un cuento en la próxima entrega. No se me desesperen.
Sólo denme un poquito de tiempo.
De verdad los quiero y los echo de menos a todos y cada uno, Rey Carlitos, Evan, Norka, Feri, Poeta, Ana Gaby, Cápsula, Gus, Fantasma (ya te lo dije, pero otra vez), mi Ixa (eres bien correspondida), Mi Ilne (dónde andarás, preciosa), Pali y princesa Pequeña, J-oda y Mr. Futuro, Citizen, Mi Apolita linda (perdón por no responder en el msn, pero andaba de vaga y deje la compu prendida), Diego, Boris. Todos, pues.
No me dejen que me hacen falta.