sábado, junio 28, 2008

La plaga del pps

¿Alguien se ha preguntado alguna vez quién creó las presentaciones en power point para mandar en cadena a través del correo electrónico?
Yo llevo días intentando responder a esta interrogante cada mañana, cuando abro mi correo y me encuentro de 15 a 20 mensajes de este tipo enviados diariamente por amigos y familiares.
Cuando me llegó el primero, hace mucho tiempo ya, pensé que era un buen detalle. No recuerdo el mensaje, quizá me pareció un poco cursi, pero decidí confiar en que la persona que me lo había enviado no me incluyó por error en la larga lista de destinatarios a quien el correo había sido dirigido. Sentí que yo era especial, que me recordaban con cariño, e incluso lo guardé por un tiempo, como una forma secreta de agradecer al remitente.
Poco a poco me fueron llegando más presentaciones en power point. En algunas ocasiones los títulos de los mensajes anunciaban, “está hermoso”, “no lo olvides nunca”, “algo que siempre debemos tener presente”, “bellísimo”, y yo, confiada, los abría, tan sólo para encontrarme, una vez más, con musiquillas melosas y mensajes del tipo de “si amas algo, déjalo libre; si regresa, es tuyo; si no, nunca lo fue”, los cuales, por si la cursilería de las primeras líneas no fuera suficiente, estaban aderezados con otras que advertían: “este mensaje quiere decir que alguien te recuerda. Tómate dos minutos y reenvíalo a quienes consideres especiales para ti”.

Debo reconocer que al principio reenvíe algunos, pero como me parecía de mal gusto dirigirlo a toda mi lista de contactos, procuraba seleccionar a aquellos amigos o familiares a quienes consideraba que el mensaje les iba bien. Mi idea era hacerlos sentir como yo me había sentido con los primeros mensajes: personas especiales que eran recordadas por sus seres queridos.
Después, me empezaron a llegar otras presentaciones de power point con amonestaciones religiosas, de esas que después de leerlas lo hacen sentir a uno el peor pecador del mundo: “porque Dios sólo espera una respuesta de tu parte, por ejemplo, que reenvíes esto… Y si puedes enviar otros mensajes sin sentido, con chistes y cosas superfluas, ¡cómo es posible que no puedas dedicar un momento a enviar este mensaje!”.

Por supuesto, de estos no reenvíe ninguno, no por falta de fe ni porque no crea en Dios, sino porque me parece que respetar las creencias o no creencias de los demás es indispensable para transitar correctamente en esta vida.
También me llegaron chistes en power point, la mayoría bastante ñoños, que además se robaban sin pena imágenes de Garfield, de Los Simpson y otros personajes animados que andan circulando por la red.
Alguna vez me llegó uno con exceso de moralina, que pretendía “crear conciencia” sobre el aborto. Éste de plano sí me hizo enojar, tanto como me han hecho enojar los que mandan tratando de crear tendencias que favorezcan a títeres de algunos partidos políticos mexicanos a todas luces repulsivos, como el PAN y el PRI.
En medio de este envío masivo de presentaciones en power point, yo he aprendido a distinguir a los remitentes: Tengo amigos que sé que me mandan uno de vez en cuando, seleccionado especialmente para mí y algunas cuantas personas más, y me siguen haciendo sentir especial; pero tengo otros que, sin filtro de por medio, me hacen llegar todo lo que cae en sus correos, llámese chiste vulgar, amonestación religiosa o ecológica, mensajito cursi, panfleto feminista o machista, discursos de superación personal y hasta imágenes de hombres desnudos. Aunque, debo reconocer, estos últimos son mensajes que sí agradezco siempre, y hasta los llego a guardar, porque al menos me recrean la pupila.
El caso es que después de tanto power point, he llegado a la conclusión de que quien creó este tipo de sistema para molestar vía correo electrónico es un sádico. Entiéndase, no me refiero a una mente maestra, creadora de un plan maquiavélico, sino a un personaje del tipo de Cerebro, el de Pinky, que sentó un día frente a su computadora, con su baja estatura mental, a “tratar de dominar al mundo”.
¿O qué opinan ustedes?

martes, junio 17, 2008

La tía "emo"



En marzo pasado, la ciudad mexicana de Querétaro fue escenario de un acontecimiento deplorable: La golpiza de un numeroso grupo de jóvenes (dicen que alcanzaban el millar), que decidieron erigirse como jueces contra alrededor de 20 "emos" que acostumbraban darse cita en el centro del lugar.
¿A qué se debió la agresión? Según palabras de los atacantes, a un deseo de "limpiar" la capital del estado del mismo nombre de la presencia "repulsiva" de los "emos".
Apenas pasada la gresca, algunos de los golpeadores, haciendo gala de cinismo, se hicieron presentes a través de un blog para "debatir" acerca de lo que ellos consideran razones válidas para agredir a alguien que consideran diferente:
“y tambien no sean mamones la neta ni nos pasamos tanto de verga na mas (sic) era como 1 minuto de patadas ningun emo salio aka (sic) super puteadona mas alomejor (sic) con unos moretones en el cuerpo y unos golper (sic) en la naris (sic) boka (sic) y ojos no fue tan masakre (sic) y si ya sabian de este pedo pss (sic) pa q (sic) van los pendejos” es sólo un ejemplo de uno de los discursos esgrimidos por los agresores.
Pero ¿qué es un "emo"? ¿cuál es el daño a la sociedad que causa un joven que se reivindica como tal para provocar una reacción tan violenta? ¿por qué en México se ha puesto de moda odiar a los "emos"?
Según Wikipedia “una persona que se considere 'emo', fuera del ámbito musical, es una persona que expresa con su físico sus problemas emocionales y conflictos internos. Durante más de una década, el término 'emo' fue utilizado casi exclusivamente para describir el género de la música que predominó en los años 80; sin embargo, durante los años 90, como la música 'emo' comenzó a converger en el sentido popular, el término llegó a utilizarse como referencia más amplia que su denotación anterior de la música, y se convirtió en un estilo”.
El 'emo', dice la enciclopedia virtual, gusta de géneros musicales como el screamo, pop punk, post-hardcore y rock alternativo. En cine, prefiere una estética gótica, especialmente la de las películas de Tim Burton y, particularmente, The Nightmare before Christmas.
Según correos que han circulado por la red, el 'emo' tiene que ser, además, extremadamente delgado, alto (o usar plataformas para parecerlo), depresivo, con una vida miserable, sin ilusiones y amigo, en exclusiva, de otros "emos".
Mi experiencia, sin embargo, me ha dejado conocer un universo más amplio.
Coincidió que a finales del año pasado, tan sólo tres meses antes del acto de violencia "anti-emo" yo tuve que trasladarme a Querétaro, cuando mi papá ingresó en el hospital en estado grave.
En medio de mis horas de angustia, conocí a una sobrina, hija de mi hermana mayor y queretana de nacimiento, que no había tenido oportunidad de tratar en sus 14 años de vida porque las circunstancias nos habían mantenido alejadas a su madre y a mí.
Por entonces, yo no sabía qué era un "emo", y pensaba que aquel peinado peculiar de mi sobrina, con un flequillo que le cubría parte del rostro, era sólo un rasgo de coquetería.
Y la verdad, me alegro de no haber sabido entonces qué era un "emo", porque sin etiquetas de por medio, me di el gusto de conocerla, de platicar con ella, de saber sus inquietudes y sus sueños, sus romances y sus preocupaciones. Aprendí a quererla sin definir qué era.
Supe entonces que mi sobrina era una joven normal, con sueños románticos, con muchos amigos, sana, inteligente, divertida y amorosa, que además tenía la suerte de contar con una madre, médico de profesión, que se preocupaba constantemente por ella y su futuro.
No la vi depresiva, no noté que su cuarto fuera oscuro, no me pareció excesivamente delgada ni se pasó una tarde hablándome de las películas de Tim Burton, como dicen las descripciones que circulan sobre los "emo" por la red.
Cuando supe que era “emo“, meses después, me di cuenta que mi sobrina se reivindicaba como tal porque le gustaba un modo de vestir y de peinarse en particular, porque escribía en formas que a los demás nos parecerían extrañas (con profusión de zetas, kas y mezcla de minúsculas y mayúsculas) y porque tenía gustos musicales que la hacían sentirse parte de un grupo.
Y pensé en mí, y mis pelos indomables de los ochenta y mi rebeldía adolescente, que quizá se manifestó de una forma distinta a la de esta joven de 14 años, pero que finalmente existió.
Hace unas semanas, recibí un correo de mi sobrina en respuesta a una cadena "anti-emo" que anda circulando por internet, en la cual, entre otras linduras, acusan a los jóvenes que pertenecen a esta tribu urbana de ser seguidores de Hitler (tan sólo porque Hitler se peinaba con el flequillo a un lado) y piden que para contrarrestar la oleada "emo" se les hable a los jóvenes de Dios.
Mi sobrina respondía, con una línea, todo lo que podría responderse ante frases y acciones violentas como las anteriormente citadas: “Nos llaman anormales, pero yo pregunto, ¿qué es lo normal?”
Y sí ¿qué es lo normal?, digo yo, ¿quién dicta qué es normal y que no? Porque tan normal se siente el católico, como el ateo, el musulmán o el testigo de Jehová; normal puede decirse a sí mismo el heterosexual, con los mismos argumentos que puede defender el homosexual; normal puede considerarse el discapacitado al igual que quien no lo es.
¿Quién es el valiente que puede lanzar la primera piedra contra los "anormales"?
Hoy por hoy, yo soy la orgullosa tía de una "emo". Orgullosa, porque me hace feliz saber que mi sobrina es capaz de defender su forma de ser sin faltar al respeto a los demás.
Porque aquí, ya no es cuestión de pedir tolerancia para los "emos", simplemente se trata, como diría Benito Juárez, de que "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz".