martes, diciembre 30, 2008

Adiós, 2008; Bienvenido, 2009

El 2 de enero de 2008, mientras despedíamos a mi papá en la mañana más fría que he padecido en toda mi vida, el sacerdote que ofició una misa en su memoria dijo una frase que me ha acompañado todo este ciclo de 365 días que estamos por concluir: “El año empezó bien, porque el 1 de enero se abrieron las puertas del cielo para don Gabriel del Río”.
Lo cierto es que este fue un año de duelo. Un año en que muchas veces sentí que caminaba cuesta arriba, cargando el inmenso peso de la tristeza y las profundas reflexiones sobre la vida que tuve que hacer.
Pero entonces, cuando la tristeza amenazaba con un hundirme en un pozo oscuro, recordaba aquella vez, cuando niña, que me levanté llorando a gritos después de soñar que mi papá era un rebelde de la Revolución Mexicana, con cananas y sombrero, al que asesinaban de un disparo.
El sueño me había provocado tal nivel de angustia que apenas desperté corrí a sus brazos, llorosa, y le conté la pesadilla que había tenido.
Contrario a lo que pensaba que iba a suceder, mi papá no se unió a mi angustia . Me dijo, simplemente, “ya no sueñes esas cosas” y cerró el tema.
Porque sí, a mi papá no le gustaban las tristezas gratuitas, los duelos prolongados ni que la gente perdiera la oportunidad de vivir pensando en la ausencia de sus seres queridos.
Era enemigo de visitar los panteones, y siempre que hablaba de sus padres y su hermano, que se le adelantaron en el camino, lo hacía con la alegría de lo que pudo vivir a su lado y no con el pesar de ya no tenerlos.
Por eso, en su memoria, traté de hacer de este año un espacio para crecer.
Bajé de peso, probé otras áreas de trabajo, recuperé amigos, celebré todo lo que había que celebrar y aproveché para valorar cada uno de los seres maravillosos que me acompañan en la vida.
Tuve que asumir que la guía de mi papá ya no estaba ahí, al alcance de la mano, y que desde ya muchas de las decisiones que tomaba después de consultarlo, correrían por mi cuenta.
Me di cuenta de que no siempre el que dice que es un amigo lo es, y que muchas veces el cariño, el apoyo y el reconocimiento vienen de quien menos uno se lo espera y hay que retribuirlos con creces.
Inicié, con pasos tambaleantes, mi novela, y trabajé para mejorar como profesionista y poder tener un mejor futuro.
Amé a mi esposo más aún de lo que lo he amado siempre, porque en medio de mi crisis personal, y de la que él vivió con su familia por la salud de su padre, se mantuvo a mi lado firme, como un roble.
Por eso mañana, al despedir el 2008, trataré de sonreír y de enfocarme en la certeza de que la luz de mi papá me acompañará y me dará la fuerza para que este 2009 pueda cumplir propósitos como dejar de fumar y avanzar en mi novela; ser una mejor esposa y madre y querer a todos los seres maravillosos que iluminan mi vida.
Por lo pronto, hoy sé que Don Gabriel me acompaña en este deseo que haré manifiesto a todos mis amigos bloggeros y los silenciosos que se dan cita en este espacio: Que el 2009 no sea un año de crisis, sino de crecimiento y abundancia en todos los sentidos.
Una sonrisa permanente y perseverancia pueden ser la clave para ir contra los pronósticos desalentadores con que quieren infundirnos miedo.
Fantasma, Ixis, Norkita, Evan, Carlos, Angie, Poeta, Feri, Carmeliux, Dulce: Los tendré en el corazón con cada campanada… ¡Salud, amor y prosperidad para ustedes!
Papi: Como siempre, tu luz será mi guía y yo lucharé por seguir siendo un orgullo para ti.
Oli: Gracias, amor… simplemente, gracias por no dejarte caer y por protejerme en medio del vendaval.
¡Feliz Año 2009 para todos!

lunes, diciembre 22, 2008

Carta a Santa



Cuando niña, el mayor placer de la Navidad lo constituía, sin duda, la espera y posterior llegada de Santa Claus.
Y no, para mí no llegaba Papá Noel, ni San Nicolás, ni el Viejo Pascuero, ni siquiera Santa Clós (la versión castellanizada del famoso viejito de los regalos), sino, simplemente, Santa Claus… el anhelado Santa Claus.
Por eso, yo empezaba los días 24 de diciembre siempre de la misma forma, con una enorme expectativa y haciendo un sinfín de reflexiones: ¿me habré portado bien este año? ¿Hice todas las tareas que me fueron encomendadas? ¿Molesté demasiado a mi hermano? ¿Contará como punto malo el día aquel en que rompí el vaso que debía llevar a la cocina?
Como se comprenderá, no quería que Santa dejara al pie de mi árbol la piedra envuelta o el cuerno retorcido, que según mi mamá eran los regalos que el viejecillo tenía reservados para los niños que habían tenido mala conducta a lo largo del año.
Generalmente, las horas del 24 de diciembre pasaban lentas, y no ayudaba mi manía de correr cada tanto a revisar nuevamente la lista de regalos que había elaborado: “… y me traes una muñeca comiditas, y un hornito mágico, y un jueguito de té, y unos patines, y un juego de química y una máquina de escribir de juguete”.
Tampoco ayudaban, claro, mis fantasías de Santa llegando a mi árbol y dejando absolutamente todos mis caprichos e incluso algún regalo sorpresa que yo no hubiera contemplado.
Por lo tanto, para la hora de la cena, me sentía desesperada. Yo trataba de concentrarme en la celebración, pero generalmente mi mente estaba distraída haciendo cuentas de los minutos que faltaban para la llegada de Santa y con la misma duda de cada año: “¿y si no viniera? Digo, no sería ésta la primera vez. Tengo amigos a los que nunca visita y este año hemos salido demasiado de la casa, puede ser que creyera que ya no vivimos aquí. O a lo mejor perdió la dirección, con tantos niños a los que tiene que visitar. O a lo mejor cree que me porté muy mal y entonces decide que traerme un cuerno retorcido o una piedra envuelta sería demasiado para mí”.
Cuando ya estaba acostada en mi cama, la duda se convertía en una certeza: “Sí, sí, seguro que Santa no vendrá. ¡Pero cómo pude ser tan tonta de imaginar que vendría con la manera en que le contesté a mi mamá la otra vez!”.
Y de pronto, oía la voz de mi hermano, que al parecer llevaba el mismo tiempo que yo hundido en reflexiones similares.
- Oye, ¿puedes dormir?-, peguntaba
- No.
- Yo tampoco.
- ¿Crees que venga?
- Pues no sé.
- ¿Te portaste bien?
- Creo que sí ¿y tú?
- Pues creo que también.
- Aunque quién sabe que sea portarse bien para Santa ¿no?
- Siento mariposas en el estómago por los nervios.
- Yo también. ¿Me hablas cuando te despiertes?
- Sí.
Y de repente, como por arte de magia, nos quedábamos dormidos. Yo siempre pensaba que los polvos para el sueño que mi mamá decía que empleaba Santa eran realmente efectivos.
Sin embargo, el tiempo que dedicábamos a dormir esa noche no era muy prolongado, pues a eso de las cinco de la mañana ya estaba yo de pie, con la adrenalina a tope, y levantando a mi hermano que también se paraba de la cama como impulsado por un resorte.
- Cerremos los ojos-, le propuse alguna vez
- ¿Para qué?
- Ah, pues porque así será más emocionante cuando lleguemos al árbol y así podemos tratar de adivinar si estuvo aquí o no.
- Está bien.
Desde entonces, emprendíamos la marcha a ojos cerrados y con las manos hacia el frente para tratar de evitar algún obstáculo que se apareciera en el camino.
Al llegar a la sala, las luces del árbol se nos colaban por los párpados cerrados, y ambos deducíamos que aquello, de entrada, era una buena señal, porque nuestros papás no acostumbraban dejar el árbol encendido.
Ahora, había que aspirar el aroma.
- ¿A qué huele?
- A mí me huele como a plástico nuevo.
- ¿Estás seguro?
- Sí.
- Bueno, entonces abramos los ojos, una, dos, tres…
Y sí, siempre estaban ahí, no todos los juguetes, pero unos perfectamente seleccionados que nos llenaban de una emoción indescriptible y que nos hacían correr hacia la cama de mis papás para despertarlos a gritos.
Ellos, despeinados y aturdidos, hacían grandes esfuerzos por emocionarse con nosotros y poner atención a nuestras explicaciones sobre las enormes ventajas que tenían cada uno de los regalos que Santa nos había traído.
Eso, claro, hasta que suplicaban que nos fuéramos a dormir, después de concedernos el permiso de llevarnos todos nuestros nuevos juguetes a la cama.


Hace muchos años que dejé de escribir a Santa, a pesar de que lo he extrañado mucho. Me hice grande, adulta, seria y llena de obligaciones.
Sin embargo, este año decidí repetir la experiencia. Me gustaría pedir juguetes, claro, porque me siguen gustando tanto como cuando era niña, pero como hay otra larga lista de deseos que me gustarían para mí y mis seres queridos, y tampoco se trata de volver loco a Santa, decidí limitarme a hacer una cartita pequeña y significativa, segura de que él tratará de cumplirla.
Después de todo, me he portado bien este año… eso creo.

Querido Santa:
¿Cómo estás?… Creo que yo me he portado bien.
Este año, quiero pedirte como antes: amor, salud y abundancia de dinero, trabajo y éxitos para mí, mi esposo Olivier, mis hijos Andrés y Daniel, mi mamá, mis suegros, mi hermano Gabo, su esposa Gaby y sus hijos, Sealtiel y Kris; mi hermano Américo y su novia Myrna, mis cuñados Adán y Pera y sus familias, y todos mis amigos.
Si puedes, también quiero sabiduría y paciencia para encarar los retos que me ha impuesto la vida, y alegría para seguir adelante cada mañana.
Si me traes varios viajecitos en el año 2009, unos a playas y otros al extranjero, te lo voy a agradecer infinitamente.
Y no quiero pedir mucho, pero de ser posible, trae una dosis extra de felicidad para que Norkita se recupere de la pérdida que tuvo recientemente. Mucha alegría para la nueva casa de Isaura. Otra oleada de éxitos para Carlitos y Evan. Mucha paciencia, trabajo y éxitos para Carmelita. Mucha fuerza para Angie. Y una publicación con bombo y platillo para mi amigo Fantasma, que se merece eso y más.
Y ya… Gracias de verdad, Santa, por la atención que le prestes a esta carta y por las muchas, pero muchas Navidades en las que me has hecho feliz.
Con cariño
Taito

martes, diciembre 16, 2008

Fóbicos de las Mesas de Regalo Anónimos


Me dicen Taito y odio las mesas de regalo.
Cada vez que me invitan a una boda y en medio del sobre aparece, amenazante, la tarjetita de la tienda donde uno debe escoger el presente para el nuevo matrimonio, mis manos sudan, se me revuelve el estómago y empiezo a sentir un escalofrío que me recorre el espinazo.
Entiendo, por supuesto, las ventajas que una mesa de regalo tiene para los novios: pueden elegir los productos que quieren para su nuevo hogar en la tienda que les gusta, y en caso de que a última hora decidan cambiar un presente por otro pueden hacerlo sin problema.
Pero a mí siempre me sucede lo mismo. Tras recibir la invitación, corro a la computadora, abro el sitio de internet de la tienda y reviso de palmo a palmo la lista de posibles regalos que puedo hacer.
Y es entonces que empieza la pesadilla.
Debo aclarar, primero, que mi presupuesto siempre es reducido, así que por más que quiera a los novios y desee agasajarlos como se merecen, empiezo el recorrido decidida a rechazar la idea de obsequiarles un aparato de sonido de 25 mil pesos o una televisión de 10 mil.
En realidad, debo confesar que nunca he entendido bien a bien por qué se incluyen presentes de precios tan altos en estas listas, pero tengo algunas ideas:
a) La tienda obliga a los novios casi a punta de pistola a incluir regalos carísimos por si tienen entre sus amigos a algún desprendido
b) La pareja es muy fantasiosa y/o goza de un excelente sentido del humor
c) Tienen amigos millonarios para los cuales hacer regalitos así equivale a quitarle un pelo a un gato
d) La tienda y los futuros esposos son un grupo de sádicos que gozan con el dolor ajeno.
Tras desechar los regalos de precios prohibitivos, también ignoro aquellos que no me gustaría hacer, por más que el futuro matrimonio los haya elegido y que los precios sean accesibles para mi humillado bolsillo.
Digo, ¿a quién le gustaría enviar una bonita caja de regalo, con tarjetita de buenos deseos y todo, tan sólo para que al abrirla los novios se encuentren con un bote de basura, un tapete de baño o un rayador, colador o pala de cocina?
También rechazo casi todos los adornos del hogar, porque me imagino que el set de velas o el bonito florero que puedo escoger en el mejor de los casos acabarán empolvados en un rincón, o bien, rotos y en la basura.
Casi siempre, al llegar a este punto, mis opciones quedan reducidas a regalar blancos, como sábanas y toallas, electrodomésticos menores, como planchas, batidoras y secadores de pelo, y vajillas.
Y de pronto, mis ojos se topan con unas bonitas copas de vidrio importado de no sé qué país lejano y exótico, y me digo a mí misma, he aquí lo que sí me gustaría regalar: un detalle bonito, elegante, que hablará bien de mí y hará que me recuerden con cariño. El precio que aparece a un lado, además, parece ajustado a mi economía: 500 pesos (alrededor de cincuenta dólares).
Pero entonces es cuando la cosa se pone fea, porque descubro que el precio de 500 pesos es por copa, y mis amigos no son de los que pedirían sólo una o dos copas, ¡no, señor!, a ellos les gustan los convivios elegantes y con un buen número de gente, así que los angelitos deciden pedir ni más ni menos que 10 copitas, por aquello de que nadie se quede sin brindar.
Y mi marido, que siempre es mi compañero en estas torturas, me dice, sin asomo de vergüenza, ¿por qué no les regalamos unas tres copas y las demás que se las dé alguien más?
Mis ojos se abren como platos, y lanzan destellos casi fulminantes con los que lo miro y le respondo, ¿pero cómo crees? Ellos pidieron 10 y es porque quieren 10. Se vería fatal que les llegue el juego de copas por partes, y quedaríamos como unos verdaderos miserables.
Y entonces, el diálogo que sigue es más o menos así:
-Bueno, y entonces qué… Los sartenes suenan bien
-Pero ¿sartenes, esposo mío? Digo, como que no es muy especial.
- Las sábanas si están muy caras, ¿pues de qué son, tú? ¿De seda pura o qué?
- Pues sabe, tú… ¿y si les damos la batidora?
- No, no. Si ya estás en esas, de una vez les damos el aparato de sonido de 25 mil; digo, el precio es lo de menos…
- Ay, por Dios, no seas exagerado
Y así podemos pasar horas hasta que por fin tomamos una decisión salomónica que casi siempre nos deja insatisfechos: Cuatro vasos de vidrio, un juego de toallas, una plancha. Lo que sea, invariablemente nos produce la sensación de que los novios pensarán que no tenemos ni idea de cómo se hace un buen regalo para boda.
Aunque, a decir verdad, nunca nos hemos atrevido a preguntar el efecto que provocó en la feliz pareja nuestro presente, ni la tarjetita adjunta que por más que nos esforzamos siempre nos deja la impresión de que no expresamos todo el cariño que sentimos por los recién casados.
Total, de una vez aprovecho este espacio para disculparme con los que estén pensando en casarse próximamente. O al menos para advertirlos por aquello de que les sea más cómodo no invitarnos.

lunes, diciembre 08, 2008

Época de reflexión

Pequeñas luces de colores lo inundan todo. Botas, esferas, moños y adornos de todo tipo han salido de sus cajas para ser protagonistas de esta época, como sucede año con año.
También salen a relucir las mejores sonrisas, las que a veces hemos guardado un año entero, pero que ahora queremos repartir generosamente entre quienes nos rodean.
Los bolsillos se ven obligados a escupir dinero, porque hay que comprar regalos, compartir comidas, asistir a fiestas, preparar la cena… todo lo que nos exige esta sociedad cada vez más consumista.
Y a mí siempre me sucede lo mismo.
Celebro, sí, pero no muy segura de por qué lo estoy haciendo.
Después de todo, he tenido oportunidad de comprobar en más de una ocasión que la Navidad es una fecha impuesta y que es imposible que un corazón abatido se inunde de calor, armonía, paz y amor por un mandato de la época.
La primera Navidad desastrosa de mi vida fue en 1979. Mi familia y yo nos acabábamos de mudar en el mes de diciembre a la Ciudad de México, después de haber habitado por un breve periodo en el estado de Veracruz y estábamos pasando unos días en casa de mis abuelos maternos, mientras llegaba mi papá con la mudanza.
Entonces, el 18 de diciembre, mi abuelo materno cayó muerto de un infarto a los 62 años de edad mientras se cepillaba los dientes en el baño de su casa.
Tan sólo dos días después, mi madre, que estaba embarazada de mi hermano menor, dio a luz anticipadamente por efecto del impacto.
Mi mente de niña, en aquel entonces de 9 años, registró a detalle la oscuridad y tristeza de que se tiñó aquella Navidad, alumbrada tan sólo por la llegada de un bebé que desde entonces ha sido luz para todas las vidas que lo han rodeado.
Después, vendría la Navidad de 1983, bañada de lágrimas por la reciente separación de mis padres, y la de 1985, con olor a tragedia porque apenas unos meses atrás acabábamos de experimentar el terremoto que devastó a la Ciudad de México y de cuyos efectos mi familia se salvó por un milagro.
En 1990, apenas unos días antes de la Nochebuena, viví el rompimiento de una relación, que más que afectarme por la relación misma, me dejó sumida en una honda depresión porque marcaba la cereza del pastel de una época en mi vida que había sido especialmente difícil.
Ya en este nuevo siglo, el 1 de diciembre de 2005, me robaron mi auto, y estaba sufriendo por deudas e incertidumbres que le quitaron todo brillo a la época, y el año pasado, cuando me disponía (como trato de hacer siempre a pesar de los pesares) a disfrutar la Navidad hermosa que había planeado con tanto esmero y en la que fungiría como anfitriona de mi familia, el 23 de diciembre por la mañana sonó mi teléfono y la voz grave de uno de mis hermanos me informó, sin preámbulos, que mi papá estaba hospitalizado después de sufrir un infarto.
De hecho, la Navidad del año pasado la recuerdo como si estuviera sumida en una nebulosa.
Decidimos celebrar, para no dejar un mal recuerdo en el corazón de mis hijos y mis sobrinos, pero yo era incapaz de pensar en otra cosa que en el miedo irracional de perder a mi papá.
Este año, como hago siempre, decidí nuevamente vestirme de esperanza. Repetirme a mí misma que esta vez no será igual, que trataremos de sobreponernos y habrá que sonreír y abrazar y querer y gozar en esta Navidad.
Ya saqué los mil adornos que he ido acumulando a lo largo de los años y todo está dispuesto para celebrar, y no obstante, mi corazón está triste, porque tengo la certeza de que la Navidad es una hermosa época, pero no opera milagros, no cura dolores, no evita a la muerte, no cura la pobreza y no detiene las lágrimas por más que así nos lo hayan dibujado en las películas.
Por eso, esta Navidad seré discreta, sonreiré un poco menos y abrazaré mucho más a todos los corazones abatidos que lleguen hasta mí.
Qué mejor regalo puede haber que ese.

lunes, diciembre 01, 2008

Olivier y Taydé, una historia de amor (texto y video)

Iniciamos nuestro noviazgo en abril de 1992 con todas las apuestas en contra. Los que más nos daban, calculaban que duraríamos un mes, quizá dos.
Después de todo, para muchos de nuestros compañeros y amigos de la Escuela de Periodismo Carlos Septién, yo era una vampiresa de 25 años, mientras él era un inocente jovencito de 24; yo era extrovertida, él introvertido; yo era una morena pequeñita, él un rubio alto de ojos claros; yo parecía niña rebelde, él tenía aspecto de niño bien. No parecíamos tener nada que ver el uno con el otro.
Nosotros mismos dudábamos sobre las posibilidades que tendría aquella relación; por lo tanto, el primer día hicimos lo que hacemos siempre: hablamos claramente y nos dijimos que si aquello no funcionaba en un mes, nos separábamos y tan amigos como siempre.
El noviazgo, sin embargo, se extendió tres años y medio porque no tardamos mucho en darnos cuenta que las apariencias son sólo apariencias y que teníamos razones de sobra para amarnos y entendernos.
Y sin embargo, nos casamos el 2 de diciembre de 1995 con todas las apuestas en contra.
Era una época de crisis económica que no parecía ser la más propicia para que un par de periodistas novatos iniciaran una vida en común.
Además, para la mayoría de nuestros familiares y amigos éramos jóvenes e inexpertos. Muchos creían que aquel aparente entendimiento era un espejismo. No lo decían, pero intuíamos que opinaban que nuestra boda se trataba de un capricho. Y muchos seguían pensando que éramos tan distintos como el agua y el aceite .
No ayudaron a cambiar los malos pronósticos los primeros años de nuestra vida en común, porque ambos decidimos trabajar como lo habíamos hecho siempre: él en casa, cumpliendo con encargos free lance, y yo en la calle, en una redacción; por lo tanto, aunque este sistema nos funcionaba a nosotros a la perfección, a los ojos de los demás no cumplíamos la estructura tradicional de un matrimonio mexicano: La mujer en casa y el hombre trabajando en la calle.
Las críticas fueron y vinieron, incluso se intensificaron cuando nacieron nuestros hijos y él decidió aprovechar las ventajas de trabajar en casa para cuidarlos personalmente. Nadie se detuvo a pensar en lo valioso que sería para mis hijos crecer, aunque sólo fuera algunos años, al lado de su padre el 100 por ciento del tiempo. Nadie se detuvo tampoco a pensar en si éramos felices.
Aun así, nuevamente desafiamos en silencio las pobres expectativas que se tenían sobre nosotros y dejamos que el tiempo hablara por sí mismo.
La solidez de nuestra relación, la calidez con que ambos dotamos a nuestro hogar y el hecho de que nuestros hijos crecían fuertes, sanos, educados y con buenos valores acallaron muchas bocas incrédulas.
No obstante, en los últimos tres años, hemos vivido situaciones difíciles.
En algún momento nos faltó el trabajo y el dinero y la desesperación se apoderó de nosotros. Nos llenamos de deudas que han sido difíciles de saldar, nos robaron y tuvimos que soportar la pérdida de algunos seres muy queridos.
Para colmo, justo ahora, que por fin mantenemos “la estructura tradicional del matrimonio” (él trabaja en la calle y yo en casa) tenemos menos tiempo para compartir.
Por todo ello, ha habido ocasiones en las que ha sido inevitable preguntarse si todos los que apostaban poco por nosotros no tendrían razón. Si la crisis que nos ha atacado en los últimos años no ha sido producto del error que cometimos al mantenernos juntos contra todo pronóstico.
Sin embargo, incluso hemos superado nuestras propias dudas. Hoy cumplimos nuestros primeros y cabalísticos 13 años de matrimonio y seguimos como siempre, siendo los mejores amigos, luchando codo a codo y amándonos cada día un poco más.
¿Qué sigue mañana? ¿Qué más pasará en nuestra relación?
No lo sabemos, pero creo que una de las claves del éxito de mi vida al lado de Olivier es que jamás nos hemos puesto metas a largo plazo sino que vamos viviendo y enfrentando cada día con la mejor de las sonrisas.
Para él, quien es sin duda el hombre de mi vida, con quien he pasado más de un tercio de mi existencia, hice este video, con todo el amor que he acumulado al paso de los años y que es difícil de explicar con palabras; pero quise traerlo aquí para compartirlo con mis amigos y dar a conocer nuestra bellísima historia de amor. Ojalá se animen a verlo.



domingo, noviembre 23, 2008

No nos ayuden, compadres

Imagen tomada de taringa.net
¡Es una pena que haya tantos textos que pretenden ser odas a la mujer y acaban siendo verdaderos insultos!
Al menos, en la literatura y música mexicanas sobran ejemplos de ello.
Porque, oiga usted, señora, señorita lectora, ¿quién podría sentirse halagada, por ejemplo, con un poema como el célebre Nocturno a Rosario, escrito por Manuel Acuña hacia finales del siglo XIX? Analicémoslo: el poema, dedicado a Rosario de la Peña, empieza bien.
Digamos que uno como mujer no podría dejar de sentirse honrada si un pretendendiente le declamara las primeras estrofas.
I
¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.

II
Yo quiero que tú sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no sé ni dónde
se alzaba el porvenir.

La cosa, sin embargo, empieza a ponerse extraña en la tercera estrofa, cuando el autor acepta, sin recato, que sufre un claro caso de mamitis aguda.
Veámoslo así: si un enamorado viniera y aceptara una patología semejante ante su amada, ¿podría realmente exigirle que le creyera que la respetaría y la amaría para siempre?
III
De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer

El autor, en la estrofa IV, se queja amargamente del desprecio de su amada y uno podría hasta sentir un poco de lástima por el terrible dolor de este hombre.

Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.

Pero entonces viene más adelante la estrofa VII, en la que lo menos que desearía cualquier mujer sería tomar por los hombros al sujeto en cuestión, hacerlo que se volteara de espaldas, darle una patada en el trasero y hacerlo que se largara por donde vino.

Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
¡y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!

En defensa de Manuel Acuña, cabe decir que no es el único que escribió un poema que habría de hacerse célebre con todo y el desprecio mal disimulado que se percibe en sus letras.
Ahí está también el poema A Gloria, de Salvador Díaz Mirón, que engrosa casi todas las antologías respetables de poesía mexicana que existen.
Como en el caso de Nocturno a Rosario, en este poema escrito a fines del siglo XIX también bastan un par de estrofas para darse cuenta de cuál es la postura del autor.
Por ejemplo, la primera, que empieza dirigiéndose a Gloria, la musa del poema, con un notorio desdén.
No intentes convencerme de torpeza
con los delirios de tu mente loca:
¡mi razón es al par luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca!

“¿Mi mente loca?”, sería bueno que Gloria le hubiera preguntado al caballero. “Loco estarás tú”, hubiera agregado.
Por ahí de la tercera estrofa, también se percibe un gran desprecio hacia la mujer que sirvió de inspiración al poema.
Vanas son las imágenes que entraña
tu espíritu infantil, santuario oscuro.
Tu numen, como el oro en la montaña,
es virginal, y por lo mismo, impuro.

Pero la que en realidad es una oda al machismo es la estrofa final.

¡Confórmate, mujer! Hemos venido
a este valle da lágrimas que abate,
tú, como la paloma, para el nido,
y yo, como el león, para el combate.

En pocas palabras, "mira, vieja, confórmate con que tu lugar está en la cocina y el mío en la calle”.
Pero una vez que entramos en los terrenos del desprecio hacia la mujer incluido en algunos textos, cómo dejar de mencionar la famosa Epístola de Melchor Ocampo, que pretende ser una lista de buenos consejos para iniciar una familia (la cual se leía obligadamente en todas las bodas civiles mexicanas) y acaba siendo una lista de insultos hacia la mujer.
Claro ejemplo de ello se encuentra en los primeros párrafos.
“Este es el único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y suplir las imperfecciones del individuo, que no puede bastarse a sí mismo para llegar a la perfección del género humano. Este no existe en la persona sola sino en la dualidad conyugal. Los casados deben ser y serán sagrados el uno para el otro, aún más de los que es cada uno para sí. El hombre cuyas dotes sexuales, son principalmente el valor y la fuerza, debe dar y dará a la mujer protección, alimento y dirección; tratándola siempre como la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al débil, esencialmente cuando este débil se entrega a él y cuando por la sociedad se le ha confiado.”
¿El fuerte le debe al débil? ¿De verdad creería Melchor Ocampo que estaba honrando a la mujer con una frase semejante?
Pero por si no fuera suficiente, continúa con otro párrafo aún más denigrante:
“La mujer cuyas principales dotes son, la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y ternura, debe de dar y dará al marido obediencia, agrado asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe de dar a la persona que nos apoya y defiende y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca irritable y dura de sí mismo.”
¿Qué, qué? ¿Darle veneración y obediencia a mi marido? Digo, me parece bien el respeto, el espacio, el cariño que debe ser mutuo en una pareja sin importar quién es más fuerte y quién es más débil, pero que por ser mujer me toque ofrecer obediencia y veneración y sortear la parte brusca, irritable y dura de mi pareja francamente exacerba a la feminista que traigo adentro.
Está bien. En descargo de don Melchor Ocampo se podría decir que escribió este texto en el siglo XIX, una época en que la mujer ni siquiera soñaba con una liberación femenina.
Lo grave, lo realmente grave, es que la juez que me casó me lo entregó al término de mi boda civil, celebrada en 1995.
Eso sí, le pedí a mi marido que quitara aquella sonrisita que apareció en su cara cuando lo leímos juntos porque le aclaré que eso no aplicaba para nosotros.
Pero para que se vea que las odas a la mujer que esconden una alta dosis de desprecio también se escriben en estos tiempos, está la famosísima canción Mujeres Divinas, de la autoría de Martín Urieta.
Porque digo, por más que haya hombres que consideren que dedicarnos esto es una flor, la verdad es que de entrada resulta tremendamente insultante que un hombre se dé valor para hablar de las mujeres en medio de “las botellas”.
Además, sólo una sorda no escucharía toda la serie de insultos velados que esto conlleva.

Hablando de mujeres y traiciones
se fueron consumiendo las botellas,
pidieron que cantara mis canciones
y yo cante una que otra, en contra de ellas.

En eso se me acerca un caballero,
su pelo ya pintaba algunas canas,
me dijo...le suplico compañero..
que no hable en mi presencia de las damas.

Le dije que nosotros simplemente
hablamos de lo mal que nos trataron...
que si alguien opinaba diferente
seria porque jamas lo tracionaron...

Me dijo yo soy uno de lo seres
que mas he soportado los fracasos
y siempre me han dejado las mujeres
llorando y con el alma hecha pedazos...

Mas nunca les reprocho mis heridas,
se tiene que sufrir cuando se ama,
las horas mas hermosas de mi vida
las he pasado al lado de una dama.

Pudieramos morir en las cantinas
y nunca lograriamos olvidarlas,
mujeres...oh, mujeres tan divinas
no queda otro camino que adorarlas

¿Qué dicen mujeres lectoras? ¿Le creemos?
Con este tipo de hombres, para que queremos enemigos ¿no?

sábado, noviembre 15, 2008

El baile


En un estudio realizado en 2004 por la compañía británica Phones 4U, el 80 por ciento de las mujeres opinó que un buen bailarín es un buen amante.
Incluso, el diario chileno Últimas Noticias entrevistó a Claudia Miranda, una bailarina profesional que señalaba que esta creencia tenía mucho de cierto, “"El hecho de ser bailarín te permite conocer mucho más tu cuerpo, dominas más tus movimientos... Si uno quiere moverse lo va a hacer con la gracia, suavidad y al ritmo que uno quiera".
Por supuesto, como ya se ha dicho por la red, esta teoría es un poco drástica y, de ser cierta, dejaría, sin duda, muy mal parados a millones de hombres y mujeres que bailan como si tuvieran dos pies izquierdos.
Lo cierto es que baile tiene mucho en común con el sexo. En ambos se requiere dejar a un lado las inhibiciones, pensar en el cuerpo como un vehículo para una experiencia placentera y dejar que fluya libremente el instinto.
Como en el caso del buen sexo, aprender a ser bailarín amateur requiere un proceso. No se puede iniciar intentando realizar bailes estructurados sin que el cuerpo haya aprendido a reconocer el ritmo y los movimientos de los cuales es capaz. Sería tanto como intentar realizar las posturas del famosísimo Kamasutra sin haber transitado antes por las básicas.
En otras palabras, se requiere una primera experiencia.
Por ello, y sin ser otra cosa que una apasionada del baile (que no es lo mismo que una bailarina), elaboré una breve lista de consejos para la primera vez con el ritmo.
Créame, querido lector, que si estos tips le resultan inútiles, por lo menos se divertirá mucho siguiéndolos. No se prive entonces de la experiencia.

1.- Para su primera vez con el baile, elija un lugar y un momento en los que pueda estar solo. Así evitará el miedo escénico o la sensación de que la torpeza que usted sienta en algunos movimientos pueda ser criticada ácidamente por un público poco comprensivo. (Digamos que este primer encuentro con el baile será como una primera masturbación, donde se requiere la tranquilidad de no sentirse observado para poder reconocer a plenitud las sensaciones corporales).

2.- Elija uno o varios temas de la música de su preferencia. Procure escoger aquellos ritmos que lo apasionan y lo hacen tamborilear con los dedos a los primeros acordes. (Es como cuando se elige a una pareja para un encuentro sexual. Debe haber una química previa). La variedad es amplia: puede optar por la sensualidad y elegancia de ritmos como el tango y el jazz, los sonidos candentes del merengue o la lambada, el espíritu lúdico del mambo o el cha cha chá y una larguísima lista de etcéteras, tan infinita como la música misma.

3.- Olvide toda idea preconcebida sobre el baile. Nadie lo ve, no necesita demostrar nada ni lanzarse a la pista con pasos a la John Travolta o Michael Jackson. Sucede algo muy parecido con el sexo: no puede realizarse a plenitud si uno quiere actuar como actor (actriz) de película porno.

4.- Al iniciar la música quédese quieto. No haga un solo movimiento, limítese a escucharla, a sentirla, a permitir que su cuerpo vibre con ella.

5.- Cuando sienta cumplido el paso 4, empiece a llevar el ritmo con los pies y con los dedos de las manos. Suave, sin prisas. Nadie lo observa, nadie lo critica. Tómese todo el tiempo que le requiera familiarizarse con la música.

6.- Deje que lentamente el ritmo le haga mover las pantorrillas, luego las piernas.
Tómese el tiempo de concentrarse especialmente en la cadera, y después ponga en movimiento la cintura, los brazos, las manos, la cabeza.

7.- Concéntrese en la manera en que corre la música por sus venas y le obliga a mover los músculos libremente, sin inhibiciones.

8.- Después, como en el buen sexo, todo es cosa de liberar el instinto, dejar que el cuerpo obedezca al llamado más primitivo del ser, que muchas veces queda opacado por las convenciones a que nos obliga la vida diaria.

9.- El tiempo que dure su primera experiencia con el baile lo determina usted, puede ser tan prolongado o breve como usted lo desee.

10.- Pasada esta primera experiencia, ya puede usted, libre de inhibiciones, intentar aprender a bailar vía videos o academias. Pero, por favor, evite presentarse en certámenes como Bailando por un Sueño.
¿O acaso, aunque fuera el mejor amante del mundo se presentaría a un concurso donde le dijeran qué postura debe hacer y de qué lado del colchón acomodarse? Le quitaría el ánimo a cualquiera ¿no?

sábado, noviembre 08, 2008

Y entonces, el placer...

La ciudad huele a humo, a miedo, a tristeza. La melancolía se apodera de los corazones. Y sin embargo, bendito cerebro que nos permite escapar cuando parece que ya no hay salida, hablar cuando parece que ya no hay interlocutores, cerrar los ojos y viajar a sensaciones felices. Bendito cuerpo, también, que nos permite llevar a cabo nuestros deseos. Y bendito aquel en quien hallamos respuesta. Desde esos terrenos surgió este texto.



El deseo femenino tiene un lenguaje propio, totalmente claro, que no admite censura.
Se expresa a través de la piel, la recorre, la eriza, la entibia, la erotiza.
Es combustible puro.
El más mínimo roce, el reflejo de uno mismo en los ojos del otro puede ser la llama que encienda la hoguera.
El cuerpo femenino responde de inmediato, se torna voluptuoso, y la sangre se agolpa en los labios, que casi sin quererlo se convierten en una clara invitación a iniciar el juego.
No es indispensable la urgencia. No está de más a veces, pero los anhelos siempre pueden verse satisfechos si se obedece al ritmo pausado y constante del deseo. Lo que es más, siempre resulta más erótico quitar poco a poco la ropa, oler y dejarse oler, tocar, besar y acariciar sin prisa.
Se requieren, en cambio, miradas en el otro que expresen que el deseo es correspondido, manos expertas que recorran y exploren. Manos sabias que sepan detenerse ahí, donde descubran un polo eléctrico que provocó un estremecimiento.
Y después, el cuerpo necesita el tránsito de labios y lengua tibios que lo hagan sentirse deseado, saboreado, anhelado.
Por supuesto, el deseo femenino no puede verse del todo satisfecho si no logra en el amante el mismo efecto, labor para la cual se puede echar mano de herramientas infinitas que salen a flote apenas la mente deshecha las inhibiciones y deja fluir el instinto.
Mojigaterías aparte, unas manos, una boca y una lengua femenina tienen exactamente la misma capacidad que las masculinas para explorar, reconocer y hacer que el cuerpo del amante se estremezca al contacto.
Y entonces el placer recorre caminos nuevos, casi indescriptibles, porque no se trata tan sólo de permanecer ahí, inerme, a la espera del placer que otro pueda provocar en uno, sino de participar en un juego en el que las sensaciones pueden llegar a grados altísimos de intensidad tanto al dar como al recibir.
En este momento pueden entrar en escena las fantasías ¿por qué no? La mente femenina es capaz de recrear las más variadas historias eróticas e intensificar con ello las sensaciones sexuales. Y entonces no importa que el amante sea el mismo con el que se ha conjugado un cuerpo por días, meses o años.
Aquel puede ser cada vez algo distinto: un patrón seduciendo a su sirvienta, el cliente de una prostituta ardiente, un violador sometiendo a su víctima, un príncipe con una de sus concubinas, un jefe con su secretaria, un amante de ocasión, un voyeur rompiendo las barreras de su propio juego, uno más de los participantes de una orgía que habrán de pasar por aquel cuerpo.
No hay, por tanto, aburrimiento posible, porque la mente no conoce límites y si se le deja actuar libremente es capaz de colaborar a que la mujer llegue al éxtasis.
El cuerpo femenino es sabio. Tiene su propio termómetro. Se colma de tibiezas y humedades conforme va subiendo el ritmo y el calor de las caricias y los besos hasta llegar al punto en que las palpitaciones anuncian la necesidad imperiosa de conjugarse con el otro, sentirse penetrado, colmado, en camino al clímax.
Y entonces los calores se transforman en suspiros, el cerebro se concentra en las sensaciones, las caricias cada vez más intensas, los besos lanzados hacia cualquier punto (porque entonces cualquier punto resulta erótico), los movimientos, la sangre a punto de ebullición. Se expresan palabras incomprensibles, lenguajes que sólo conocen los amantes y que casi nunca traspasan la barrera del momento.
Y de pronto, todo ocurre en un espacio de tiempo tan sublime que se siente eterno. Desde el pubis escapa, cual cascada, una serie de ondas eléctricas, la esencia misma del éxtasis, que corren por las venas, la piel y los sentidos.
No es posible ver más allá, pensar en nada, expresar una idea medianamente coherente cuando el cuerpo todo está concentrado en la sensación del placer más exquisito y la piel aún sufre los estragos de muchas ondas eléctricas que corren una tras otra por sus vasos sanguíneos sin descanso.
Y entonces, la placidez. Y el deseo original que se transforma en más deseo de besar, de morder, de dar voz al cuerpo agradecido por la experiencia.
Lo que sigue es variable. Que lo decida cada quien.
Pero eso sí, el deseo permanece latente, cada segundo de cada minuto de cada hora de cada día, listo para empezar una vez más, las que sean necesarias, en el camino, el delicioso camino, hacia el placer.

miércoles, noviembre 05, 2008

Al día siguiente de la tragedia


Y entonces lo de siempre… la gente de a pie, la civil, la que no tiene el escaparate público y cuyo único mérito es trabajar todos los días y aportar su silencioso granito de arena al avance de este país, al morir en un accidente se vuelve para los medios una cifra, una persona sin nombre, pasado ni presente. Alguien por quien sólo habrán de preocuparse los que son de su círculo cercano y que, por lo tanto, no merece la atención de la gran audiencia.
En cambio aquel que murió ostentando un cargo público, sobre todo si es político de altos vuelos, se convierte al morir en un santo del que se habla una y otra vez para que el público entienda su estatura de héroe. No importa que en vida haya sido un villano; sus errores se borran de inmediato y se le maquilla para convertirlo en un hombre sin tacha, "un mexicano ejemplar", a quien le fue arrancada la vida cuando su futuro parecía más brillante.
Ayer cayó una avioneta de la Secretaría de Gobernación mexicana en pleno corazón del Distrito Federal.
Era las siete de la noche, la hora de salida para muchos trabajadores, y por lo tanto una de las de mayor tráfico de automóviles en la ciudad.
Pero además, la tragedia ocurrió en un punto neurálgico, en el que convergen distintas calles y avenidas importantes, como Paseo de la Reforma y Periférico.
En un primer momento, los noticieros dieron cuenta del accidente como lo que fue, la caída de un avión en circunstancias aún no determinadas, que había cobrado la vida de todos sus tripulantes y había matado y herido a mucha gente que transitaba en esos momentos por la calle.
Pero una hora después del accidente salió a la luz que no se trataba de una avioneta cualquiera de pasajeros, sino de una nave oficial del gobierno mexicano, en la que viajaba nada menos que Juan Camilo Mouriño, Secretario de Gobernación.
Los medios se enfocaron entonces en “lo importante“: la muerte del político, al que convirtieron de inmediato en un prohombre, un héroe intachable, cuya figura quedará grabada con letras de oro en la historia mexicana.
Qué importa que Mouriño fuera uno de los principales artífices del fraude en las elecciones de 2006, el cual llevó a Felipe Calderón a adueñarse de una presidencia que no ganó por el voto popular. Qué importa también que apenas hace unos días se estuvieran exigiendo explicaciones sobre el lavado de dinero perpetrado presuntamente por el padre de este político.
Nada importa cuando se trata de hacer un circo de una tragedia y de apoyar con ello al sistema actual de gobierno.
Por supuesto, ante semejante noticia, cómo podía ser digno de resaltar que aparte de Mouriño hubieran muerto al menos otras siete personas que también tenían nombre y apellido. Qué interés podía tener que hubiera una cifra preeliminar de 40 heridos que habían sido llevados a distintos hospitales de la ciudad, algunos en estado grave. Qué caso tenía investigar o no si muchos de los afectados tenían mejores méritos como personas que el político.
Se dieron datos de los muertos y heridos sin nombre, sí, pero sin detenerse demasiado o concederle mucha importancia. Al fin y al cabo, ¿quién podía ser más importante que un político de ese calibre?
El poder todo lo opaca y todo lo envilece.
Yo escuchaba con particular atención las noticias porque el escenario de la tragedia es un lugar por el que transita mi esposo todos los días. Para mi fortuna y la de mi familia, el accidente ocurrió unos minutos antes del horario en que él acostumbra pasar por ahí.
Pero, quizá por ello, no pude evitar sentirme conmovida al pensar en el padre de familia que hoy por la mañana salió de su casa y se despidió de su esposa, sin saber que nunca más iba a volver, o en la joven de belleza única que ahora está en el hospital con la cara desfigurada por las quemaduras y un futuro incierto, o en los padres que quizá aún esperan la llamada de su hijo, sin saber que quedó calcinado bajo los escombros de una avioneta.
No, no quiere decir que la muerte de Mouriño me parezca poco importante. Finalmente la muerte de un ser humano siempre merece respeto por más en contra que uno esté de sus ideas y sus actos.
Pero si hoy me cuelgo el listón negro de luto, no será por él, de quien tanto se encargan ya los medios, sino por todos aquellos que también sufrieron en carne propia esta tragedia y que sólo se convirtieron en una cifra más que se irá desdibujando con el tiempo.
Para ellos, y sólo para ellos, un minuto de silencio.

viernes, octubre 31, 2008

El duelo

Y entonces, al partir tú, todo fue confusión.
No había sentido, ésta no parecía ser tu hora aún.
La mente y el corazón negaban la amarga realidad que significaba tu ausencia en esas horas. Tu ausencia de padre, de guía, de amigo...



Y al paso de los días, la confusión se convirtió en cansacio y en tristeza. En un dolor agudo incrustado en el vientre. El dolor de saber que nunca más podríamos compartir la taza de humeante café con la que solíamos acompañar esas largas charlas llenas de anécdotas, discusiones y amor.


Después los días se convirtieron en semanas y luego en meses, y el dolor se transformó en una búsqueda, una imperiosa necesidad de encontrarte, de no dejarte ir, de atraparte de alguna manera, aunque fuera a través de cartas, imágenes y memorias recogidas de todos lados.
Y hoy, exactamente 10 meses después de tu partida, descubro que no te has ido. Tu presencia sigue siendo tan fuerte como lo ha sido siempre, porque sólo pasaste a otro plano, uno que no vemos, pero en el que tú nos sigues, de una forma nueva y diferente pero con el mismo amor de siempre.
Te extraño, sí, y duele aún tu ausencia, pero hoy sé que tu memoria no se borrará mientras los que te amamos no dejemos que tu luz se extinga...



¡Bienvenido, papá!.

* En la primera foto, yo de niña, en medio de mis padres.

* En la segunda y tercera, una foto con papá en los años dorados de La Peña de Gabriel del Río.

* En la última, el pequeño altar de muertos con el que lo recordaré en estas fechas.

jueves, octubre 23, 2008

Llegaron las calaveras

De entre las tradiciones del Día de Muertos, la que muestra más atinadamente el carácter burlón de los mexicanos ante la muerte es, sin duda, la de las calaveras literarias.
La calavera literaria es una composición poética breve, que empleando el tema de la muerte, tiene como fin mofarse de una figura o acontecimiento públicos, ya sean éstos de carácter político, deportivo, cultural o de la farándula.
Las calaveras no tienen una métrica definida, actualmente, en la mayoría las estrofas son de cuatro versos o líneas, con rimas asonantes o consonantes. Pero en realidad pueden ser décimas, tercetos, redondillas, quintillas u otras formas poéticas que decida explorar el autor. Lo importante, eso sí, es que conserven una musicalidad a la hora de ser leídas.
Se dice que estos escritos se originaron en la época de la Colonia en México y se calcula que se publicaron por vez primera a mediados del siglo XIX.
Desde entonces, cada 2 de noviembre los periódicos se llenan de calaveras que editorializan de forma humorística los sucesos del momento.
Las calaveras, además, se acompañan siempre de ilustraciones hechas por los caricaturistas de cada uno de los medios escritos.
Yo escribo calaveras desde hace muchos años; sin embargo, como sé que mi tendencia ideológica es radical, nunca ofrecí publicarlas por respeto a la línea editorial de los medios para los que he trabajado; por su parte, mi esposo Olivier, que por mucho tiempo se dedicó de manera exclusiva a hacer caricatura, había tenido también pocas ocasiones de participar en especiales del Día de Muertos.
Ambos somos fanáticos de las calaveras literarias y en caricatura, así que cada 2 de noviembre corremos al puesto de periódicos a conseguir todas las de los medios que coinciden con nuestra ideología.
Por ello, decidí invitarlo a que juntos aprovecháramos este espacio para compartir con los lectores de Zona Infinita algunas calaveras hechas por nosotros. Ojalá que las disfruten.

Advertencia importante: No aptas para derechistas furibundos.


BRITNEY SPEARS


Hubo quienes apostaron
que pronto se iría al panteón
pero calcularon mal
y la Britney regresó.

La Parca la iba a cargar
pero la encontró pelona;
“pelona nomás soy yo,
mejor me llevo a Madonna”.

Por eso es que Britney pudo
cambiar algo su actitud,
bajar de peso y, entonces,
escapar del ataúd.

Ya su video Womanizer
a los pervertidos prende;
entendió que no es artista
pero que su carne vende.

Dicen que hasta los difuntos
se encuentran alborotados,
pues quieren llevarse a Brit
a tomar algunos tragos.

Pero ya dijo La Parca
no me la voy a llevar,
a mí ya me tiene harta,
ya saben que es bipolar.

DE ESTADOS UNIDOS




GEORGE BUSH

Ya está en la lista, señores,
para entrar a los infiernos,
pero el canijo de Bush
se ha escapado del averno.

La historia de su mandato
es realmente deplorable
hasta la Parca le saca
a llevarse a este cobarde

Para tener bajo el yugo,
al pueblo de los Yunaites,
dicen montó un autoataque,
tan sólo por sus tanates.

Luego se fue tras Irak
en vergonzosa invasión,
el costo daba lo mismo
pues pudo más su ambición

Los gringuitos repelaron,
cuando iba a reelegirse,
pero el infame fulano
no estaba dispuesto a irse

Se le dijo que ganó
las elecciones por fraude,
pero nada le importó,
¡el tipo no tiene madre!

Ya para finalizar
su mala administración
nos dejó y nos va a dejar
hundidos en recesión.

Este gringo borrachín
tiene la cara muy dura
pero no nos va a impedir
escupir su sepultura.

ELECCIONES EN EU

La muerte está preocupada
¿a cuál de los dos llevar
McCain o Barack Obama?;
se sienta a deliberar

“La cosa sería dejar
al menos peor para el mundo,
así nadie va a llorar
cuando me lleve al difunto”

Y de pronto La Calaca
se percata que es lo mismo:
el pinto o el colorado
harán gala de cinismo.

¿O es que acaso alguna vez
ha existido presidente
de los del imperialismo
que haya sido decente?

La parca lo ve venir
sentada en una cantina:
“este par hará sufrir
a la América Latina”

Se escuchan en el panteón
los gritos y los lamentos
porque La Muerte cargó
con este par de jumentos


FELIPE CALDERÓN (FECAL)




Dicen que ya huele a muerto
pues no logra aceptación,
pero FeCal se ha salvado
de llegar hasta el panteón.

Cuando hace días le gritaron
¡espurio!, frente a la gente,
tuvo que tragar saliva,
pues él se cree “presidente”.

Pero pocos se lo compran,
se sigue hablando de fraude,
aunque él diga lo contrario
no le creería ni su madre.

La reforma petrolera
se le ha vuelto una obsesión
Pero no la va a lograr
y del coraje, al panteón.

La Calaca, sin embargo,
no se lo quiere llevar,
tiene miedo que también
quiera su puesto usurpar.

Debido a los acontecimientos ocurridos respecto a la reforma petrolera, decidí agregar otra calavera sobre quien usurpa actualmente el poder.
Sin embargo, como sigo creyendo que aún está en veremos que se pueda implementar la entrega del petróleo mexicano a empresas extranjeras, dejo aquí arriba la versión original de mi calavera, para que no se olvide.

FECAL II
La calaca ya prepara
las garras y la guadaña
pues se llevará a FeCal,
pero ahora sí con saña.

Dice que no es por venganza
pero lo que sí la enciende
es que este chaparro transa
se pase sobre la gente.

La reforma petrolera
pinta un futuro funesto
pero él impuso su ley
nomás por sus puros destos.

¿Cómo se puede pedir
que respete la opinión
que tienen las mayorías?;
no respetó la elección.

Pero ya le va a salir
el chirrión por el palito,
va a tener que recular
y se va a quedar solito.

Por eso es que La Catrina
ya lo espera y sin dormir
y cuando al fin se lo lleve
su tumba habría que escupir.


LA DERECHA MEXICANA

Ya la llevan al panteón
entre gritos de alborozo;
la derecha mexicana
que en vida hizo puro oso.

Se sintieron muy valientes
con la llegada al poder
de ese par de delincuentes,
panistas habían de ser.

Primero nos recetaron
a Fox, el ranchero inmundo,
y luego traen a FeCal
llegado del inframundo.

Se sintieron muy machitos,
derechistas ignorantes,
y La Parca los cargó
como a lo que son: tunantes.


ELBA ESTHER GORDILLO


“¡A qué vieja tan horrible!”,
dijo Luzbel preocupado,
pues le pidieron llevarse
a Elba Esther en un atado.

“No entiendo, quiero saber
¿Me la tengo que llevar
Por ser pilla disfrazada
de una líder sindical?”

“¿Cómo es que estuvo la cosa?”,
preguntó el muy mentecato
“¿regaló unas camionetas
con lana del sindicato?”

“Sí, sí,” respondió un maestro
“Y no se puso a pensar
que en todito el magisterio
no hay lana pa’ trabajar“.

“Fea y rata, no señores
no me la pienso llevar,
hasta el infierno nos puede
con su presencia afear”.

martes, octubre 14, 2008

El arribo de los muertos

Y llegarán los muertos, este año como hace miles. Siempre cumplen su cita a partir de la madrugada del 2 de noviembre, desde que la Iglesia Católica decidiera convertir una celebración prehispánica en el día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.
Pero no se olvida que esta fiesta en México tiene su origen en una tradición antiquísima de las distintas etnias indígenas, que celebraban rituales en honor a figuras como la diosa Mictecacíhuatl, la Dama de la Muerte, y a su marido Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos, o a los miccailhuitonitli o “muertecitos” .
Es por eso que para nadie es secreto el lento y feliz peregrinaje que emprenden las ánimas cada noviembre desde todos los puntos de la otra dimensión.
Los que murieron de muerte natural vendrán del Mictlán, donde habitan Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, que es un sitio oscuro sin ventanas al que llegaron después de un tortuoso camino.



También llegarán las ánimas de Tlalocan, paraíso de Tlaloc, dios de la lluvia, un lugar de reposo y abundancia a donde se dirigieron quienes perdieron la vida por circunstancias relacionadas con agua, y los de Omeyocan, paraíso del sol, al que viajaron los muertos en combate, los cautivos que fueron sacrificados y las mujeres que murieron en el trabajo de parto.
Por supuesto, no faltarán a la cita los espíritus de los niños que habitan en Chichihuacuaco, donde se alimentan de un árbol cuyas ramas gotean leche, quienes están esperando su turno para poblar nuevamente la tierra una vez que se destruya la raza que la habita hoy en día.
Pero como es costumbre, y por aquello de evitar el desorden, los niños arribarán un día antes que los adultos, el 1 de noviembre, el Día de los Muertos Niños.
La mayoría de las ánimas encontrará mesas bien dispuestas que distinguirán en casa de sus familiares porque una foto suya ocupará el puesto de honor.
A un lado de su foto hallarán la imagen de las Ánimas del Purgatorio, colocada ahí por una precaución de sus familiares que quieren ayudar a que su alma salga del limbo en caso de que por alguna razón desconocida haya caído ahí.
Habrá 12 cirios rodeando la mesa, quizá menos si es poco el espacio, pero siempre en números pares. El color de los cirios será morado, en recuerdo del duelo en que quedó sumida la familia tras el viaje del difunto.
Si las ánimas llegaran a perderse, siempre está la posibilidad de que encuentren el camino olfateando el profundo olor al incienso con el que se busca limpiar el ambiente y el camino a las almas de los difuntos o el aroma de las muchas flores de cempasúchil que adornarán su mesa.


O bien, por la guia del itzcuintli, el perro encargado de acompañarlas de ida y vuelta, y cuya figurilla de barro estará presente como parte de la decoración.




Una vez que lleguen a su altar, una cruz de ceniza los recibirá por si todavía quieren expiar alguna culpa pendiente
Pero será la única señal de melancolía en el camino, porque la del 2 de noviembre no es una fecha triste, sino una fiesta destinada a recordar a los vivos que la muerte no es sino un tránsito, una fase más de la vida que no se debe ver con dolor sino con alegría.
También es un motivo para honrar la memoria de quienes no están más en esta vida, los ancestros que nos acompañan desde otras dimensiones, y a quien se debe recibir en casa como lo que son, huéspedes distinguidos que vienen a compartir un momento con nosotros.
De ahí el colorido papel picado que adorna la mesa y la poderosa luz de las veladoras, el agua para que las ánimas se refresquen, el tequila y el pulque para que calmen la sed, la sal para la purificación y el petate para que descansen después del banquete.

Los espíritus encontrarán en sus mesas todo aquello que les gustaba en esta vida, sus alimentos favoritos preparados con esmero, sus bebidas, sus cigarros, sus objetos.
También disfrutarán las vistosas calaveritas de azúcar, el dulce de calabaza, el pan de muerto, mole, tamales y otros platillos típicos mexicanos.

Verán adornos que recuerdan a la Catrina, la Pelona, la Huesuda, la Calaca y todas esas formas con que los mexicanos acostumbran llamar a la muerte para reírse de su acecho, y algunos encontrarán calaveras escritas, poemas en cuyos versos conviven la vida y la muerte en un tono satírico. Habrá quien no tenga nadie esperándolo, ya sea porque su familia entera está acompañándolo en el más allá, o bien porque sus allegados se han perdido en otras tradiciones extranjeras, carentes de la profundidad de la fiesta mexicana para honrar a los muertos.
Sin embargo, siempre existe la posibilidad de que algunas almas generosas, las que tendrán más de una mesa, conviden a los solitarios.
Y llegarán las almas en la noche, como hace miles de años, y en vista de que ya no cuentan con dientes y boca que les permitan degustar los manjares preparados en su honor, harán lo que hacen siempre: absorberán los aromas, disfrutarán los colores, se sabrán queridos y recordados.
Y al día siguiente, cuando las ánimas hayan regresado a sus lugares de origen, será una fiesta para todos los demás, una celebración que, como siempre, nos recordará que esta tradición sigue tan viva como la muerte misma.


Para los que, como yo, son fanáticos de esta fecha, recomiendo ampliamente la lectura de El Izcuintli, un espléndido texto de la pluma de mi hermano, Grimalkin el Bardo, publicado en 2006 en su blog Región 440. Aquí dejo los enlaces porque se publicó en dos partes.


http://region440.blogspot.com/2006/11/el-itzcuintli.html


http://region440.blogspot.com/2006/11/el-itzcuintli_04.html

miércoles, octubre 08, 2008

El reencuentro con mi origen

Como muchos de ustedes saben, perdí a mi padre el primero de enero de este año.
Por lo tanto, para mí el 2008 ha transcurrido en un proceso de duelo difícil, por momentos muy doloroso, en donde he tenido oportunidad de reflexionar sobre toda la herencia inmaterial que me dejó ese gran hombre que fue mi padre: desde la capacidad de escribir, que hoy por hoy me permite comer todos los días, hasta el genio atravesado tan característico de la familia.
Lo extraño mucho más de lo que todos imaginan. Extraño sus charlas, el olor de su cigarro, sus poemas, su café, su cercanía y su cariño.
He llorado casi cada día cuando descubro, nuevamente, que esta vez tampoco me llamará como lo hacía diariamente.
Y sin embargo, ¡cómo es la vida!, aún en los episodios dolorosos, siempre hay ángulos positivos. En mi caso, lo ha sido reencontrarme con mi familia paterna, pero no sólo con los tíos, primos y hermanos de quien vivía distanciada, sino con mis ancestros, los que que apenas conocía, cuyas fotos han empezado a aparecer recientemente en un generoso intercambio familiar.
El proceso de dar con mis raíces ha sido a tal punto emotivo y alucinante para mí que decidí hacer un video con el material que he recopilado. Un video como homenaje a mi padre y de regalo para mi familia, pero que quise traer hasta aquí porque me representa de todas las formas posibles.
Si aceptan verlo, les explico un poco. El video trascurre con La Balada para un Loco, de Astor Piazzola, como fondo musical. ¿Por qué decidí incluir esta melodía? No sólo porque mi padre era un gran admirador de la obra de Piazzola, sino porque interpretaba esta canción de una forma magistral y única que se hizo célebre en las noches de La Peña de Gabriel del Río, el café-bar bohemio que mi papá mantuvo por más de una década y lo hizo muy feliz.
Además, don Gabriel siempre dijo que en la familia estábamos todos locos, y yo le concedo la razón.
Por otro lado, cabe señalar que el video trata de hacer un recorrido cronológico por los orígenes de la familia Del Río: desde mi bisabuela (abuela paterna de mi padre) en adelante, y termina con la despedida a mi papá, que incluyó un pequeño homenaje con poesía y música de parte de su hermano Salvador, sus sobrinos y sus hijos.
Durante dicho homenaje, declamamos algunos poemas del libro La Rebelión de las Flores, de la autoría de mi padre, y terminamos con un prolongado aplauso para quien fue un artista toda su vida.
Se valen preguntas y comentarios de todo tipo para los que quieran disfrutar este video. Quizá no les parezca tan emotivo como a mí, pero al menos sé que muchas de las fotos son bellos documentos históricos que les pueden encantar.
Ojalá que lo disfruten.

jueves, octubre 02, 2008

Pervertidos, cursis y exploradores de la red





Quién lo dijera, un recurso tan pequeñito como Feedjit y uno puede conocer a través del blog una parte muy representativa del universo que circula por la red: hombres afiebrados en busca de mujeres suculentas, gente cursi, amantes de la cocina y la literatura, madres en busca de consejo, obsesionados del trabajo y personas de todo tipo en busca de emprender nuevos proyectos.
Permite, también, conocer la ortografía (o la falta de) de quienes buscan por la red, y también su frustración, pues en no más de una ocasión he podido darme cuenta que no soy el único mortal sobre la tierra que escribe una palabra en internet para buscar un concepto en específico y acaba encontrándose hasta con páginas pornográficas que nada tienen que ver con lo que se quería investigar.
Debo decir que Feedjit llegó a Zona Infinita por un arranque de frivolidad. Se me hizo “mono” el detalle de incluirlo como un elemento de mi página y tener una colección de coloridas banderitas que indicaban de qué parte del mundo me estaban visitando.
Sin embargo, no tardé mucho en darme cuenta de su verdadera utilidad: Poder conocer qué es exactamente lo que busca la gente que no me conoce cuando llega a este espacio.
Hay que reconocer que en un principio me pareció un poco escalofriante porque pensé que lo que yo busco en goggle también podía ser descubierto por cualquier otro bloggero que tuviera el mismo sistema. Pero dos cosas me dieron alivio: 1) sigo siendo una buscadora anónima y 2) aunque haya quien lo niegue, todos los que navegamos por internet hemos tenido algunas búsquedas que los mojigatos podrían considerar pecaminosas.
El caso es que, hoy por hoy, Feedjit se me ha vuelto una adicción y lo reviso varias veces al día.
Gracias a este sistema he descubierto, por ejemplo, que los temas que la gente busca varían según las temporadas: Alrededor del 14 de febrero tuve una gran cantidad de visitas a los textos que hablaban de amor, mientras que antes del 15 de septiembre muchos mexicanos andaban en búsqueda de artículos sobre mi país, y por estos días he descubierto un gran interés en el post que escribí a principios del 2007 sobre las pastorelas, supongo que porque la gente se está preparando para las fiestas navideñas.
Cabría aquí sugerir a esos buscadores que si requieren mayor información sobre algún tema en específico, empleen la zona de comentarios para solicitarla. No soy enciclopedia, pero en casos como el de la pastorela, tuve la suerte de entrevistar en algún momento al maestro Miguel Sabido, el escritor de pastorelas por excelencia en México, y tengo un libro autografiado por él con el que podría ayudarlos.
Porque sí, otra de las cosas que he descubierto gracias a Feedjit es la utilidad que a veces pueden tener los textos que he escrito a manera de desahogo y por ejercitar mi oficio.
Por ejemplo, he notado con orgullo que muchas personas que buscan el significado amplio del término workaholic han visitado el texto que alguna vez escribí sobre los adictos al trabajo. Otros más han entrado frecuentemente a visitar los espacios que he dedicado a la literatura y más específicamente a la poesía del mundo, hay quien ha pasado para copiar la receta del pastel en olla exprés, y algunos, los que más alegría me han dado, han visitado mi página buscando la obra y la biografía de mi padre, Gabriel del Río, de quien he escrito ampliamente en los casi dos años de existencia de Zona Infinita.
Agradezco especialmente a los que han entrado aquí buscando mi nombre, Taydé del Río, porque aunque no lo sé de cierto tengo dos teorías: a) que son antiguos pretendientes o amigos que de pronto se acordaron de mí (lo cual siempre me da gusto) o b) son gente que alguna vez me leyó y está buscando un texto mío en específico. En el caso de que sean enemigos, también bienvenidos, porque como dicen los chinos, yo pienso que a los amigos hay que tenerlos cerca y a los enemigos aún más cerca.
Sin embargo, y como diría mi abuelita, “nunca falta el negrito en el arroz”. Hay despistados que entran a esta página buscando exactamente lo contrario a los textos que aquí se han escrito. Para ellos, van las siguientes aclaraciones:


1.- El texto INVENTARIO PERSONAL no tiene absolutamente nada que ver con los inventarios de personal. Me explico: Los inventarios de personal son propios de las áreas administrativas, de recursos humanos o contables de las empresas.
Mi texto pretendía ser un balance de mi vida, un inventario que responde a un ejercicio de psicología que se le recomendó a una amiga.
Si tú estás buscando cómo hacer un inventario de personal, mi texto Inventario personal NO te sirve. Aunque no lo creas, esa pequeña preposición, en medio de las palabras inventario y personal, modifica totalmente el sentido.

2.- El texto LA MARIQUITA no es de biología. Es un cuento en el que la palabra Mariquita constituye una simple metáfora. Por lo tanto, aquí no encontrarán datos como si las mariquitas tienen ocho patas, si vuelan o qué tipo de insectos son.
Para los que han buscado, además, si las mariquitas dan suerte o no, aclaro que, si bien se menciona algo al respecto en el cuento, se saca a colación como lo que es, una creencia popular a la que cada quien puede o no darle crédito. Entonces, como se comprenderá, no hay un discurso acerca de si las mariquitas dan suerte o no, porque eso no me interesó ni me toca determinarlo a mí, ni tengo elementos para hablar del tema.

3.- Hombres pervertidos, voyeuristas y otras especies: El texto LA MUJER MÁS HERMOSA DEL MUNDO no habla sobre una fémina de belleza deslumbrante, desnuda o en ropa interior con la que ustedes podrían satisfacer sus más bajos instintos.
Habla sobre mi madre, una mujer de 63 años, cuya belleza no estriba en la carne que ofrece, sino en muchas otras cosas más importantes.
Además, ¿acaso alguien puede determinar sin temor a equivocarse que una mujer es la más hermosa del mundo?
¡Por favor!
En futuras ocasiones, para sus búsquedas recomiendo que amplíen su lenguaje: mujeres sugerentes, cachondas, sabrosas, buenotas, sensuales, provocativas… en fin, no estaría de más que le dediquen un poco más de tiempo a la lectura.

4.- Nuevamente para los hombres pervertidos y anexas: El texto que escribí sobre Hi5 tampoco incluye mujeres eróticas y sugerentes. Hablo de ellas, sí, pero para reírme de personas como ustedes que cae en las redes de gente que ni siquiera pueden asegurar que existe, y todo por las calenturas del momento.
Ahora, el texto en cuestión incluye una foto de mis piernas, pero hasta ahí llega la cosa. De nada sirve que, como hacen frecuentemente, le piquen a mi perfil a la espera de verme en lencería negra y con un látigo en la mano.
Tengo fotos mías desnuda, pero créanme que jamás se darán a conocer en ninguno de los espacios que tengo por la red.

5.- Finalmente, a todos aquellos que entran frecuentemente a mi página en búsqueda de “pps emotivos”, “pps para mi amiga enferma”, “pps para decirle a mi novio que lo quiero” y, etc., etc., una aclaración. La autora de Zona Infinita odia los pps cursis que se suelen mandar por la red.
Me despierto todos los días, abro mi correo y antes de que aparezca nada siento el deseo profundo de que, hoy sí, los pps hayan desaparecido para siempre.
Me parecen carentes de todo buen gusto, cursis, basura.
Por lo tanto, no encontrarán aquí lo que están buscando y tampoco creo que nada que les interese porque aquí escribimos textos largos y nos preocupamos por pensar en los contenidos.
Sigan de largo, por favor.

Hechas las aclaraciones, ¡Viva Feedjit!





sábado, septiembre 27, 2008

De los fantasmas y yo

Cuando se trata de fantasmas, siempre siento que estoy haciendo equilibrio en la tenue línea imaginaria que divide a los creyentes de los escépticos.
A veces, siento que me voy hacía un lado, a veces hacia el otro, pero el caso es que nunca caigo en ninguno de los dos bandos por completo. En realidad esta situación de mi carácter no me parece una virtud o un defecto, simplemente es una cualidad que por momentos me desespera, debo decir.
Mi lado creyente tiene sus propias teorías. La más fuerte es que, si como dijo Lavoisier, “la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma”, el ser humano, que es mucho más que materia, mucho más que energía, no puede desaparecer así como así de la faz de la tierra y a partir de ese momento convertirse en nada.
También podría esgrimir otros argumentos basados en temas como el alma, la sensación de que el mundo no necesariamente es unidimensional y las historias que mi padre contaba que se habían vivido en la familia.
Sin embargo, estoy consciente que, como toda creencia, la mía en los fantasmas no tiene mucho sustento y, por supuesto, no parte de una explicación científica perfectamente comprobable. Vaya, ni siquiera puedo decir que nace de anécdotas personales, porque debo reconocer (con una gran dosis de decepción porque me atrae mucho el tema) que sólo he tenido un par de experiencias al respecto, y no me atrevería a asegurar que fueron sobrenaturales porque no cuento con pruebas para hacerlo.
La última de ellas me ocurrió hace tan sólo un par de días. Estaba yo sentada en la sala de mi casa, haciendo sobremesa con mis hijos. De pronto, olfatee un olor suave, pero claro, de incienso. A pesar de que desde el primer momento noté la naturaleza del aroma, me levanté del sillón en busca de la posible causa: ¿se estará quemando algo en la cocina? ¿habré prendido sin darme cuenta el repelente contra mosquitos que tiene un aroma similar? ¿habré dejado caer una ceniza por ahí y esto es el aviso de un incendio?
No llevaba ni unos segundos haciéndome estas preguntas en silencio, cuando mis dos hijos me confirmaron que no estaba loca: “huele como a incienso, mamá”, dijeron. Entre los tres tratamos de encontrar el origen del olor. “Quizá los vecinos“, dijimos, aun cuando estábamos conscientes de que ningún aroma de las casas vecinas entra con esa claridad a la nuestra.
Y de un momento a otro, así como llegó, el olor que había sido claro desapareció sin dejar rastro, lo cual me dejó aún más asombrada.
Al comentarlo, unas horas más tarde, supe que existía una teoría que dice que un fantasma puede hacerse presente a través del aroma, y más específicamente, de los aromas a incienso y/o flores. Se dice que el suceso ocurre tal y como nos ocurrió en casa: inicia el olor, permanece un tiempo y se va de pronto, sin dejar rastro.
Debo decir que cuando me enteré de esta teoría me dio un estremecimiento de alegría, porque llevaba un par de días embebida con fotos antiguas de mi padre y su familia que un primo me había hecho el favor de obsequiarme y la simple idea de que mi padre pudiera estar por ahí, visitándome y haciéndose presente, me llenó de una ternura indescriptible.
Sin embargo, como me ocurre siempre, entró mi lado escéptico en escena.
De inmediato, comenzaron las preguntas a retumbar en mi mente: ¿Pero por qué habría de oler a incienso y no a cualquier otra cosa para que un fantasma se hiciera presente? ¿Y qué tal si pasó una persona por la calle con una varita de incienso y por eso el aroma entró por un momento a la casa y se fue? ¿Y por qué, en todo caso, habrían de sucederme a mí estas cosas? ¿Y qué tal si en realidad no hay nada más allá de esta vida como dicen tantas personas a las que respeto?
Porque he de reconocer que, además de mi natural tendencia a cuestionar todo, mi escepticismo se basa, casi siempre, en que cuando escucho relatos de fantasmas y empiezo a creerlos, son los propios creyentes en estos temas los que me hacen dudar de su autenticidad.
Un día, por ejemplo, me enteré de una mujer, cercana a mi círculo, que mostró la foto de un fantasma tomada por un amigo suyo. Quien había tomado la foto juraba que nunca notó ningún movimiento extraño antes de tomar la placa. Yo pensé que al ser personas más o menos cercanas las que estaban relatando el suceso, lo más natural era creer en él.
Sin embargo, unos meses más tarde me entero que las dos personas que narraron la historia del supuesto fantasma eran apasionadas del esoterismo y no era ésta la única experiencia sobrenatural que decían que les había ocurrido.
¿Realmente es posible darle crédito a la anécdota de alguien que, de entrada, es fanático de este tipo de cosas?
Claro que, en contraparte, mi lado escéptico también se derrumba cuando oigo a muchos de los expertos “derrumbamitos” que conozco.
Lo que más me molesta de ellos es que a veces son tan fanáticos de sus creencias y tan faltos de pruebas como los creyentes, pero se consideran a sí mismos inteligencias superiores por el simple hecho de no dar crédito a fenómenos sobrenaturales que consideran “cosa de gente ignorante”.
Me ha tocado ver en la televisión, oír por el radio e incluso leer en revistas a escépticos que incluso pertenecen a asociaciones de este tema, a los cuales les son presentados videos, audios y fotos que han tomado los creyentes en fantasmas, tan sólo para que ellos respondan con aires de sabelotodo: “Eso no existe, es un truco”.
Yo siempre pienso: me parece bien, muy probablemente lo es, pero entonces demuestren que es un truco. Tomen el video en cuestión, pásenlo por un filtro, estúdienlo o qué se yo, y demuestren: “basados en tales y cuales estudios científicos concluimos que esto se hizo de tal y cuál forma y no existen tales fantasmas”. Y que sean cosas reales, creíbles, sustentables, porque simplemente negar por negar o porque a mí no se me da la gana creer, coloca a los escépticos en una posición tan ignorante como la que ellos acusan en los creyentes.
Además, rechazar o aceptar algo por completo con esa seguridad, aun con pruebas, me parece excesivamente soberbio. Siempre debe quedar, en todo, un espacio para la duda. ¿O es que acaso en la antigüedad no se aseguraba a pie juntillas que la tierra era plana? ¿Y qué tal si el día de mañana descubrimos, con pruebas incuestionables, que los fantasmas existen o que de verdad nunca existieron ni existirán?
Mientras tanto, yo sigo aquí, acumulando dudas, y sin poder dejar de hacerla de equilibrista en este tema.

domingo, septiembre 21, 2008

Mi declive

Debo contarles que en mi agenda de textos para Zona Infinita seguía uno sobre los chilangos (dícese de los que viven en la Ciudad de México). Sin embargo, decidí dejar para más tarde este tema, no tanto por la impopularidad que he visto que tienen los asuntos mexicanistas en este espacio, como por el hecho de que con los sucesos recientes, creo que mis opiniones, siempre radicales, no harían sino contribuir a un ambiente ya de por sí enrarecido. No me interesa sumarme a la polémica.
Por ello, esta vez dejé que saliera mi chica Cosmo a relucir y opté por abordar un tema que no por frívolo deja de ser interesante.
Debo decirles que esta vez deliberadamente me negué a pasear por la red para investigar más profundamente sobre el tema, porque más que exponer una postura filosófica o hacer un texto que analice a profundidad las razones del fenómeno que voy a abordar, quise que hablara mi experiencia.
Por tanto, los invito a que lean este texto como lo que es, un simple desahogo personal y sujeto a todo tipo de comentarios.
Verán, cuando yo era una adolescente de 15 años, a mediados de la década de los 80, empecé a notar un curioso fenómeno. Hombres de mi edad, e incluso mayores, revoloteaban a mi alrededor con la intención de lograr mis favores (esto de “mis favores” es una frase sacada de las novelas costumbristas que tanto me gustan y que me prometí usar en alguna ocasión).
Califico el fenómeno como “curioso”, pues si bien yo me había dado de cuenta que mi cuerpo había dejado atrás el aspecto infantil y se había llenado de redondeces, no me parecía que mi imagen fuera especialmente atractiva: después de todo, usaba gafas; mi forma de vestir y mi cabello no tenían estilo (y eso es decir mucho cuando se habla de la moda de los ochenta) y era (soy) bajita de estatura (apenas 1.53 metros).
Tenía buen cuerpo de nacimiento, sí, pero nada que cualquier otra joven de mi edad no tuviera, entre otras cosas porque nunca he sido fanática del ejercicio. Incluso podría decir que me faltaban algunas de las cosas que más alababan mis amigos en las mujeres: piernas largas, cintura de menos de 60 centímetros y busto prominente.
Aún así, mi cantidad de pretendientes crecía mes con mes y mi teléfono no dejaba de repiquetear.
Cuando llegué a los 20, el fenómeno estaba en todo su apogeo. Entre otras razones porque yo había pulido mi imagen y me veía mucho más mujer. Una amiga cercana a la familia decía que mi lista de pretendientes era como la lista de un club masculino. Los tenía de todos los colores, estaturas, sabores y profesiones, y me podía dar el lujo de ser desalmada con ellos y lanzarlos lejos tan sólo por el gusto de hacerlo.
Pero además, mi atractivo también era notorio en la calle: hombres que me seguían y me piropeaban, algunos osados que me invitaban a salir sin conocerme y otros francamente groseros que se atrevían a darme nalgadas y recibían una bofetada o un puñetazo (dependiendo de mi humor) a cambio.
Cuando cumplí 22, los pretendientes dejaron de acosarme tan abiertamente cuando anuncié mi noviazgo con mi ahora esposo, aunque yo notaba que seguían por ahí, agazapados, y había algunos que dejaban conocer sus intenciones, a pesar de que sabían que no tenían posibilidades de recibir otra respuesta que no fuera un no rotundo.
A los 25, cuando me casé, bajó un poco más el acoso, pero no del todo, y lo mismo sucedió con el nacimiento de mis hijos, cuando llegué a los 26 y a los 30 años.
El caso es que cuando crucé el umbral de los treintas empecé a notar que el magnetismo que yo había tenido con los hombres empezaba a descender dramáticamente.
Ya no veía por ahí pretendientes que suspiraran por mí y prácticamente tampoco recibía piropos por la calle.
Al principio, no le di mayor importancia, porque hacía mucho que gustarle a otras personas que no fueran mi esposo había dejado de ser divertido.
Sin embargo, alrededor de los 35, al platicar con mis amigas sobre el magnetismo que había perdido, me di cuenta que lo que a mí me había sucedido nos era común a muchas mujeres: cruzando el umbral de los treinta automáticamente dejábamos de ser atractivas para la mayoría de los hombres.
Por otro lado, platicando con mi esposo y mis amigos, me di cuenta que para muchos hombres el proceso de gustarle a las mujeres se daba en forma inversa a lo que nos sucedía a nosotras: ellos en la adolescencia se la vivían suspirando por las mujeres de su edad o más grandes que los ignoraban tiro por viaje, interesadas por los hombres mayores; entre los 20 y los 30, se volvían más atractivos, sobre todo si tenían novia formal o exhibían en el dedo anular de la mano izquierda una flamante sortija de matrimonio, y de los 30 en adelante su magnetismo se volvía aún mayor, sobre todo con mujeres más jóvenes.
En este año, a mis 38, decidí bajar de peso y verme, si no como antes (porque sé que resulta imposible), al menos bien. Cuando llegué a mi peso, decidí también comprarme ropa un poco menos aseñorada. Sin embargo, la falta de magnetismo sigue ahí, intacta, y cuando un hombre voltea a verme por la calle, generalmente es porque viene distraído pensando en otra cosa o quiere preguntarme dónde está una calle.
Mi marido, en cambio, parece que trae un letrero de disponible en la camisa. Las mujeres, especialmente las jóvenes, lo miran con deseo de algo más, aun cuando yo vaya a su lado (o quizá porque voy a su lado y se dan cuenta que pueden ofrecer más que yo, no sé).
Y entiéndase, no es que a estas alturas pretenda ser un símbolo sexual (a pesar de que pienso que si Marilyn lo era a los 30 ¿por qué yo no?), sobre todo teniendo esposo e hijos desde hace 13 años, pero debo reconocer que saber que uno sigue teniendo magnetismo es una buena inyección para el autoestima.´
De cualquier manera, parece que el fenómeno es irreversible, así que hace días que decidí tener una actitud más positiva al respecto: resistiré estoicamente a todas esas jovencitas suculentas que aparecen cada tanto con la intención de coquetearle a mi marido, de la misma manera en que él resistió durante años a los hombres agazapados que pretendían dejarlo sin mujer, y mientras tanto me acostumbraré a disculpar mi falta de magnetismo pensando en todas las mujeres de mi edad que están pasando por lo mismo.
Porque eso sí, me resisto a hacer lo que muchas contemporáneas: pintarme el pelo de rubio platinado, maquillarme de manera exagerada o vestir ropas de adolescente en busca de la juventud perdida.
En una de esas, como por arte de magia, cruzando el umbral de los cuarenta me pasa el fenómeno “Desperate Housewives” y vuelvo a las andadas… Lo dudo, pero mientras tanto ¡Salud!