domingo, marzo 23, 2008

El hambre es lo de hoy

Hace algunos años me tope una noticia en el periódico: “Encuentran en una universidad tubería carcomida, aparentemente, por ácidos gástricos provenientes del vómito de sus estudiantes”.
De entrada, me pareció que el texto era un broma de mal gusto, pero lo acompañaba la foto de un grupo de hombres que sostenía la tubería en cuestión efectivamente carcomida.
Más adelante, el texto hablaba de que el descubrimiento había servido para deducir que en esta universidad (una de las más caras de México, sólo para gente “bien”), la bulimia era el pan nuestro de cada día.
Eso era todo lo que exponía la nota. No había una propuesta de autoridad alguna para hacer una campaña en contra de la bulimia, no había una auténtica actitud de sorpresa ante el hecho de que cientos de mujeres jóvenes estuviera recurriendo a esta práctica para mantener un estándar de belleza y tampoco estaban las declaraciones de las estudiantes de la universidad en cuestión lamentando que los desórdenes alimenticios fueran uno de los demonios de esta época.
Eso sí, el director de cine Simón Bross fue de los pocos que utilizó la anécdota muchos años después para su película Malos Hábitos. Pero en el primer momento la reacción fue tibia.
Recordé entonces mis años de secundaria, cuando fui al Museo de las Culturas de la Ciudad de México, y me quedé sorprendida ante un minúsculo zapatito que guardaba un pie de barro completamente deforme y que dolía de sólo verlo.
A su lado, un pequeño cartelito rezaba, palabras más, palabras menos: “en la antigua China, era sinónimo de belleza una mujer con los pies pequeños. Por tanto, desde niñas, las mujeres chinas forzaban los huesos de sus pies utilizando zapatos de tallas mucho menores que las suyas”.



Parece, reflexioné, que la mujer de todos los tiempos se ha tenido que ver forzada a martirizar su cuerpo sólo para estar a la altura de lo que pide la sociedad, de lo que piden los hombres. Qué pena que a los hombres no les dé por pedir también mujeres que lean, inteligentes, preparadas y que se preocupen por algo más que por embellecer el cascarón. Imagino que entonces la sociedad sería distinta.
Poco después, otra vez en el periódico, me encontré con la nota de una exposición que traería a México, entre otras lindezas, una enorme pesera llena de vómito de bulímicas. Al parecer, el artista en cuestión pretendía que por medio del asco la gente reflexionara sobre este mal. Ignoro si logró su cometido, pero su trabajo no pasó de ser una mera anécdota.
Me pregunté entonces de quién era la culpa de que la bulimia y la anorexia estuvieran azotando al mundo de esa manera. “De los medios”, había oído decir alguna vez, “que son los que presentan mujeres esqueléticas en sus portadas y que hacen que las niñas quieran convertirse en eso”.
Bueno, me dije como buena periodista, los medios no presentan sino lo que hay, pero asumo que esta frase puede tener razón.
“La culpa es de las modelos y artistas que se presentan al mundo con esos cuerpos”, escuché decir en otra ocasión, pero también pensé que esas mujeres aparecían con esos cuerpos siguiendo un dictado general Y lo mismo pasaba con la infinidad de productos que se ofrecen para bajar de peso: son respuesta a una demanda.
Entonces concluí (y se los cuento sin la intención de vender una verdad absoluta, sino para exponerles mi punto de vista), que como muchos otros problemas del mundo, el de la anorexia y la bulimia es un mal que inicia en la casa, con madres que exigen a sus hijas verse delgadas a costa de lo que sea y para sentir un mal entendido orgullo sobre la belleza de su niñas.
También, por supuesto, favorecen el problema los hombres que no hacen otra cosa que hablar de lo bien que se ve la artista de moda (basten como ejemplo los casos de dos de los símbolos sexuales de esta época: Angelina Jolie y Jessica Alba), o bien, que chulean al esqueleto que va pasando por la calle, sin pensar en la repercusión que sus palabras tienen en las integrantes del sexo femenino.

Porque a pesar de que no lo crean, hombres de la audiencia, sus palabras sí tienen efecto. Hace algunos años, en una redacción me tocó trabajar con una jovencita que recién entraba al mundo de las anoréxicas. Ya era flaca, muy flaca, y seguía comiendo ensaladas y cereal como todo alimento. Entonces le pregunté ¿por qué quieres bajar de peso? “Es que a los hombres no les gustan las mujeres gordas”, me contestó. Afortunadamente, la chica logró ser salvada por sus padres, pero ignoro si sigue teniendo la misma idea en torno al pensamiento masculino.
De cualquier manera, en estos días he comprobado que es difícil sustraerse de esta tendencia hacía el cuidado enfermizo de las calorías. Es casi imposible dejar de comer para estar hecha un esqueleto y encajar con nuestras pequeñas sociedades. Yo ya estoy en mi régimen de hambre, aun cuando no hace mucho me sentía bien, saludable. Si en el proceso caigo en la anorexia, no se preocupen, al fin no acaba siendo sino una mera anécdota que quizá será relatada más adelante en la nota no muy grande y no muy propositiva de un periódico.

domingo, marzo 16, 2008

Piernillas de indias

A mediados de diciembre pasado, ociosa como estaba, sin trabajo, sin otro adorno navideño que colgar en la pared, con mis deberes personales hechos y mucho tiempo libre por delante, decidí entrar a formar parte del sistema hi5.
No estaba muy consciente de por qué lo hacía. En realidad sabía que era un espacio que exigía menos profundidad y compromiso que el blog, donde había que contestar alguna preguntas sobre gustos personales, incluir mensajes de tono amigable y un tanto frívolo y bajar muchas, muchas fotos para darse a conocer.
Algunos me lo habían definido como un gran chismógrafo, y a mí no me gustaba la idea de volver de nuevo a mi época de secundaria a contestar qué pijama uso, quién me gusta del salón y cuáles son mis colores favoritos.
Sin embargo, probé entrar, sólo para que no tuvieran que seguirme contando con qué se comía el hi5 y porque pensé que en una de esas le acababa tomando el gusto.
No tardé mucho en crear mi propia página de hi5 y casi nada en lograr que todos mis contactos de messenger (ex alumnos, hermano, ex compañeros de trabajo, cuñada, cuñado, primos) fueran incluidos como parte de mi lista de amigos. Junté a varias personas, pero no llegaban ni a 40.
Los días siguientes, recibí un par de invitaciones y envié otras cuantas a algunos de mis amigos que habían quedado rezagados, pero no aumentó mucho el número de mi lista.
Además, mi contador de visitas registró un redondo y deprimente cero varias semanas seguidas. ¿Por qué deprimente? Porque yo visitaba páginas de mis contactos que registraban 680 visitas, 1000 visitas, 7 mil visitas. A mí, en cambio, al parecer no me visitaban ni mis amigos ni algún despistado que por error hubiera entrado a mi perfil. La falta de popularidad sí lo hace sentir a uno un lobo solitario, no cabe duda
Me dije a mí misma que el problema se debía a que yo había iniciado recientemente con este sistema, pero luego entraba a páginas tan jóvenes o más que la mía que me excedían en número de visitas en unos cuantos días.
Ya estaba contemplando la posibilidad de cerrar el hi5, convencida de que había cometido un craso error, cuando de pronto, revisando las actualizaciones de mis amigos, descubrí una foto de una de las “amigas” que había incluido uno de ellos en su lista.
La foto de la susodicha era impactante hasta para mí como mujer, se trataba de una rubia de cuerpo esbelto y sinuoso, piernas largas y piel blanquísima, ataviada con un sugerente y pequeño short blanco que no dejaba nada a la imaginación y del que asomaba, provocativo, un tirante de lo que parecía ser una diminuta tanga negra.
La mujer en cuestión estaba recostada sobre una cama y mirando con coquetería a la cámara.
No pude resistir la tentación y entré a su página para saber quién era y cuántas personas tenía en su lista. No fue sorpresa encontrarme con que su número de visitas rayaba en los 30 mil y su lista incluía cientos de “amigos”, todos hombres, claro. No importaba que la joven fuera (o dijera ser rumana) y por lo tanto toda su página estuviera escrita en un idioma incomprensible para muchos de los inscritos. Lo importante es que la de presentación era tan sólo una de las varias fotos llenas de sensualidad que tenía en su galería.
Después, cada vez que entraba a revisar mi hi5, se me empezó a hacer manía poner atención en las actualizaciones de mis amigos, y casi del diario encontraba fotos de nuevas “amigas”, similares a las de la rubia impactante. No todas eran iguales, por supuesto. Algunas eran sugerentes y eróticas, y otras más rayaban en la pornografía.
Hace no muchos días, por ejemplo, encontré a una “amiga” que decidió poner un close up de su trasero vestido con una tanga que cubría sólo lo indispensable. Entré a su página y tenía 120 mil visitas. ¡Qué sorpresa!
Debo aclarar que no me he dado golpes de pecho con este asunto. No me asustó la reacción masculina, ni mucho menos comprobar, una vez más, que la carne vende. Al fin y al cabo, es universalmente conocido que los hombre son visuales, les gusta recrear la pupila o, como mexicanísimamente decimos, “echarse un taco de ojo”.
Me quedó claro también que yo no tenía visitas porque no había manera de competir con esos cuerpos jóvenes y hermosos que se exponían sin pudores a la vista de millones de voyeuristas en el mundo entero.
Mi fotito casera con una sonrisa y un pastel en los brazos no vendía, pues.
Lo que sí me generó curiosidad fue la manera en que los hombres daban con estas fotos, sobre todo porque el buscador de hi5 no ofrece muchas posibilidades de especificar, por ejemplo, "quiero un hombre musculoso, bronceado, erótico, de preferencia que tenga una foto sugerente en su presentación".
Después de darle varias vueltas a esta idea, decidí subir a mi hi5 la foto más “provocativa” que tenía, que es una de mis piernas que tomó mi marido, sólo para saber hasta dónde llegaba el asunto y qué tanto cambio había en la respuesta, hasta ese momento tibia, que había tenido mi página.




Empecé con este experimento hace apenas unos días y aunque mi foto sigue sin tener manera de competir con las mujeres voluptuosas de hi5, el resultado ha sido asombroso. Hombres que me conocían y no me habían incluido en su lista, decidieron unirme a su club, porque recién se dieron cuenta de que yo existía. Un chiquillo de 13 años, al parecer adicto a coleccionar fotos que recrean partes del cuerpo femenino, también me invitó a hacerme su “amiga” y yo tuve que aclararle que tenía un hijo casi de su edad por aquello de que él no malinterpretara las cosas. Pero lo más impactante es que he recibido ofertas de hacerme “amiga” de hombres de lugares muy remotos que quién sabe cómo llegaron a mi página. Por supuesto, no acepto todas las invitaciones, pero me divierte darme cuenta que los hombres comparten una misma actitud en el mundo entero y que la carne siempre tendrá un potente efecto publicitario. Al fin y al cabo, los humanos somos carnívoros.
La verdad, no pienso poner ninguna foto provocativa más por el momento, porque no tengo y porque la actitud abierta de mi esposo también tiene límites, pero sí continuaré con el experimento. Sobre todo porque la parte positiva de todo eso son las frases galantes que me han regalado mis verdaderos amigos, como Carlos o Víctor, que me conocen más allá del cascarón, me valoran por muchas otras razones y saben que esto es sólo una foto muy coquetona. Lo demás es lo de menos.

lunes, marzo 10, 2008

Pueblito y mi papá

Estaba de ociosa en Youtube, y de pronto encontré este video, donde sale mi papá, en su juventud, en la película Pueblito, de Emilio Indio Fernández.
Decidí traerlo aquí porque, si bien no habla mucho en este tramo en su papel de Gilberto, el campesino que mira a Don César (Fernando Soler), es una escena que quiero compartir por el simple hecho de ser uno de los legados de Gabriel del Río Ortiz que merece presumirse mucho.

viernes, marzo 07, 2008

Desolación

El diccionario de la Real Academia define la palabra desolar como "angustiarse o afligirse en exceso".
En la vida real, la desolación es una especie de melancolía a su máxima potencia. La tristeza se cuela sin prisa, pero sin pausa. Se siente uno derrotado, con la esperanza perdida.
Físicamente, el estómago se comprime, la cabeza duele de tanto pensar y por momentos parece que todo se sale de control.
No existe medicina para la desolación, así que se debe dejar pasar como un mal momento, en la esperanza de que siempre pueden venir tiempos mejores.