lunes, abril 21, 2008

Y hablando de hombres...

Hace un par de meses, leía en la revista Conozca Más un artículo en el que se mencionaba que en fecha reciente el cirujano plástico Stephen Marquardt había creado una máscara áurea que, asegura, pertenece al rostro humano perfecto,
Para obtener este prototipo, el citado médico se basó en la proporción divina o áurea, mejor conocida como phi (cuyo valor matemático es 1,618033988), con la que Leonardo Da Vinci creó el famoso Hombre de Vitruvio, Claude Debussy su música, y que al parecer está presente en el ADN, la espiral de las galaxias y hasta los girasoles.
Para crear el rostro humano perfecto, que se representó, claro, como una mujer, el cirujano hizo que la distancia de la parte inferior de la barbilla a la nariz y del nacimiento del pelo a las cejas fuera la misma, y que esta proporción fuera un tercio de la longitud de la cara.
Ya entrados en este tema, los autores de la revista Conozca Más decidieron hacer su listado de los ingredientes que, en su opinión, debería tener la mujer perfecta: El tamaño y proporción perfecto de la cabeza de Ingrid Bergman, la distancia entre los ojos de Audrey Hepburn, la armonía y simetría de la boca de Scarlett Johansson, el tamaño y proporción de ojos y boca de Halle Berry y la proporción ideal entre oídos y barbilla de Kerri Washington.
Pero hay que decir que los de esta revista no son los primeros hombres en hacer su propuesta de la mujer perfecta. Hace tan sólo unos meses ya había circulado por el mundo entero la noticia de que, según cientificos británicos, Jessica Alba tenía el cuerpo perfecto.
Los investigadores de la Universidad de Cambridge descubrieron a partir de fórmulas matemáticas, que la mejor relación cintura-caderas es un 0.7 y que esa es precisamente la proporción de las curvas de Alba.
Tras leer estas notas, recordé yo un episodio que me contó mi mamá. Un buen día, mi papá, platicando con ella, decidió hacerle una lista de las características que debía tener la mujer perfecta. Le hablo de cara, cuerpo, peso, actitud, vestuario y demás. Por un buen rato, mi mamá lo escuchó en silencio, hasta que de pronto lo atajó con una pregunta: ¿Y dime cómo sería el hombre perfecto que mereciera a esa mujer perfecta?
Touché, mamá
Porque sí, es muy interesante que los hombres nos digan cómo debería ser la mujer perfecta basados en pretendidas fórmulas matemáticas e investigaciones científicas, pero ya sería hora de que las mujeres contraatacáramos y dijéramos cómo debería ser el hombre perfecto que, en todo caso, mereciera a la mujer perfecta.
Por ello, decidí hoy hacer una lista de lo que debería tener el hombre perfecto. Es una lista subjetiva, como las antes mencionadas, porque por más que nos digan que utilizaron la ciencia, está claro que se le dio uso para que las cosas quedaran tal y como lo deseaban los hombres que propusieron a la mujer perfecta.
Se vale hacer nuevas propuestas, expresar desacuerdo y criticar a los elegidos. Todos los comentarios son bienvenidos.

Ingredientes para el hombre perfecto

Los ángulos de la cara de Johnny Depp. No me atreví a medirlos con la proporción divina, pero estoy segura que son perfectos.



La armonía entre nariz, ojos y labios de Orlando Bloom. Y esa mirada entre traviesa y sensual.



El cuerpo esbelto y estético de George Clooney. (Desde mi punto de vista, alguien debería hacerle saber a algunos hombres que el lavadero está bien para tallar la ropa, pero no para la barriga).



La estatura de David Schwimmer. (Dato curioso: la citada Conozca Más decía en otro artículo que los hombres altos tienen un mayor nivel de testosterona, en otras palabras que son más masculinos. ¿Será?)



Las manos de Mathew Perry. (Debo reconocer que esto puede sorprender a más de uno/a, pero esto de las manos masculinas es casi un fetiche para mí.)



La actitud de Hugh Jackman, que se sabe guapo pero no se ve preocupado en enviar miradas que matan a nadie, que regala sonrisas al por mayor y no siente pena de lucir a su esposa e hijos en público.



El sentido del humor de Billy Crystal. Esto del sentido del humor es vital para mí. Pero entiéndase, no es lo mismo un hombre vulgar o que quiere pasarse la vida contando chistes, que aquel que tiene un sentido del humor inteligente, que hace comentarios agudos casi sin querer y le arranca a uno carcajadas.



La agudeza intelectual de maestros como José Saramago y Gabriel García Márquez. (¿Esto sí que es vital, no? ¿y acaso los hombres mencionan este aspecto al hacer a su mujer perfecta?)



Por supuesto, ya poniéndonos generosos, yo podría aceptar a cualquiera de estos hombres el día que ellos lo determinaran. La cosa es que elaborar esta receta no fue una tarea para mí, que al fin y al cabo no soy más que una simple mortal, sino para encontrarle par a la mujer perfecta. Yo, por mi parte, ya tengo a mi hombre perfecto.

lunes, abril 14, 2008

De metrosexuales a machos alfa

Qué modita ésta de ponerles etiquetas a los hombres.
Empezó hace algunos años con los famosos metrosexuales, un terminajo inventado en Inglaterra en 1994 para definir a hombres preocupados en exceso por su imagen y cuyo dinero va a parar, casi en exclusiva, a frivolidades tales como la ropa de moda, servicios de manicure, pedicure y cosméticos para el rostro.
Los metrosexuales no son necesariamente homosexuales (aun cuando mi marido insista en que no se les puede llamar de otro modo) sino que "son hombres que no temen exteriorizar su lado femenino", según coinciden casi todas las páginas que abordan este tema en la red.
El futbolista inglés David Beckham es el prototipo del metrosexual, y sus innumerables fans en el mundo entero parecen ser la causa de que esta etiqueta se haya puesto de moda.
Yo podría decirles que el citado profesional del balompié es uno de los hombres más hermosos del mundo, pero así, de lejitos, porque el día que a mi marido se le ocurra compartir conmigo la polvera y el lápiz labial, ese día me divorcio. No hay nada más rico que tener a un lado un hombre que lo parezca, que tenga hábitos de limpieza y sea pulcro, pero no que quiera que hablemos de los últimos avances en cosméticos. Para eso, mejor me voy al salón de belleza.


Pero no conformes con el terminajo metrosexual y sus absurdas implicaciones, las revistas dedicadas a reseñar el mundo de la moda fueron más allá, y entonces aparecieron los tecnosexuales. Estos hombres, básicamente, comparten las características del metrosexual, pero además son fanáticos de los avances tecnológicos. Según el Diario Digital, de República Dominicana, quien porta el estandarte de este tipo de hombres es nada menos que el multimillonario Bill Gates, creador de Windows.
Flaco favor le hicieron al señor Gates, digo yo, porque decir que es tecnosexual es tacharlo de bonito (cosa que por cierto no lograría ser ni con todo el dinero que posee y, por lo tanto, parece una broma de mal gusto) y frívolo. ¡Qué cosa!



Obviamente, la moda de los metrosexuales, la posterior llegada de los tecnosexuales y la reacción de muchos hombres que se sentían ofendidos al ver la aparición de cosméticos masculinos en todas las revistas como invitándolos a convertirse en lo que no eran, propició otras etiquetas igual de absurdas.Están, por ejemplo, los retrosexuales, que según el anteriormente citado Diario Digital, son hombres que buscan erradicar la idea de que el hombre se depila las cejas y se hace manicure.
El retrosexual, que tiene como prototipos a Javier Bardem, Sean Penn y Clint Eastwood, entre otros, retoma en su arreglo estilos de los sesenta, setenta y ochenta.
¿Y eso será a propósito?, digo yo. ¿Estos actores se levantarán todos los días con la idea de que tienen que ser el modelo de retrosexual, o lo que pasa es que, como la mayoría de los hombres heterosexuales, para vestirse agarran lo primero que ven en su guardarropa?
Ojalá que sea esto último, porque si no, qué decepción.


Están también los übersexuales, cuyo prototipo, según las revistas de moda, es el guapísimo George Clooney. Al tratar de explicar este término, la página mujeraldia.com dice que el prefijo über, de origen alemán, significa muy o mucho, y eso quiere decir (no me explico por qué) que los übersexuales son hombres que defienden "un regreso a la masculinidad que se había difuminado en los últimos años" (¿y esa definición qué tiene que ver con el prefijo muy o mucho?).
Y me pregunto yo, ¿es que acaso estos hombres no eran así de masculinos antes de que les colgaran una horrible etiqueta?. Porque George Clooney y otros actores varoniles ya existían antes de que se inventara el terminajo éste y creo que a estas alturas los debe tener sin cuidado que los tachen de lo que sea. O al menos eso espero.



Pero ya el colmo de la osadía fue la etiqueta que vi recientemente: el macho alfa, que según todas las páginas que visité es un hombre que es líder y por esta condición tiene prioridad en procesos como el de la reproducción. (Al menos así es en el mundo animal e intuyen que por eso debe ser así en el humano)
El macho alfa es un Casanova, pues: socialmente popular, divertido, ameno, y sexualmente muy activo. Un machote de esos que tienen muchas mujeres y a todas les dan el gasto.
Ya aquí ya no supe a quién poner en la foto, porque no encontré el prototipo de este hombre en ninguno de los textos consultados; por ello copié la idea de otra página y me traje la carota de un león (perdonen, chicas).
Porque el macho alfa, como diría el poema A Gloria, de Salvador Díaz Mirón, pretende que su mujer sea una paloma para el nido mientras él es un león para el combate. ¡Qué triste!



Y yo no sé a quién podemos culpar de esta abominable explosión de etiquetas que han aparecido en los últimos años. ¿A la moda?, ¿a las mujeres que no somos capaces de entender que cada hombre actúa de manera distinta y por fuerza queremos apilarlos a todos en un único grupo?
En fin, yo les pido a todos los hombres que lleguen hasta aquí, amigos, hermanos, esposo, hijos, que empiecen a exigir que esta tendencia a etiquetarlos se termine de una buena vez. Hagan su liberación masculina, pero ya, por favor. Las mujeres que los rodeamos se los agradeceremos porque a mí, al menos, tanta etiqueta ya me da flojera. Conozco a muchos hombres, casi todos los que me rodean, que no encajan por fortuna en ninguna de las categorías expuestas y sin embargo son maravillosos. ¿No podemos dejarlos así y ya?

domingo, abril 06, 2008

Buscando trabajo por la red

¿Han buscado alguna vez trabajo por la red? ¡Qué cosa más divertida! Es lo más parecido que he visto a comprar un billete de la lotería: Todos los días entra uno a la bolsa de trabajo con la bella esperanza de que será un buen día, tan sólo para ver cómo se derrumban los sueños.
Hace un par de años se me ocurrió la idea de inscribirme en OCC, en vista de que no me había dado resultado ningún esfuerzo para conseguir trabajo por medios tangibles.
Empecé, como imagino que hacen todos, ofreciendo mi trabajo con entusiasmo y sólo a aquellas empresas que requirieran gente con mi perfil de edad, experiencia y capacidades laborales.
“Por supuesto que tengo con qué competir”, me repetía a mí misma, segura de que mis más de 15 años de experiencia en el periodismo, donde me había desarrollado como correctora, reportera, coeditora y editora bastaban para ser tomada en cuenta.
Pasaba un día y otro, y nada que recibía ni una llamada, ni un saludo, ni siquiera una grosería, pues.
Empecé a reflexionar en lo que podría estar pasando.
OCC, amablemente, me sugería, como a todos los candidatos, que al elaborar mi currículum resaltara mis logros; es decir, que no sólo me limitará a explicar en qué consistía el cargo que me habían encomendado en su momento. Lo hice, pero más días pasaron y nada.
OCC decía también que no me limitara a enviar mi currículum a aquellas empresas que solicitaban gente con mi perfil. Dudé un poco antes de atender esta sugerencia, sobre todo tomando en cuenta las amenazas que había en casi todos los anuncios, tales como: “No enviar el currículum si no cumple al 100 por ciento con el perfil”, o bien, “si usted manda su currículum sin cumplir con el perfil no se le volverá a tomar en cuenta si envía solicitud para otro puesto de esta empresa”.
Al final, de cualquier modo, y como seguían pasando los días sin que yo recibiera aviso alguno, empecé a obedecer la sugerencia de OCC, ya no con la esperanza de conseguir trabajo, pero sí con el deseo de divertirme imaginando a los reclutadores de las diferentes empresas chorreando espuma por la boca, locos de ira, porque una necia más no había leído que EXIGÍAN (así, con mayúsculas) que los candidatos cumplieran con el perfil.
Por aquel entonces conseguí un empleo, sin ayuda de OCC por supuesto, y sin embargo, desde aquel tiempo hasta la fecha sigo entrando a cada tanto a la bolsa de trabajo, más con un interés sociológico que otra cosa y sólo para comprobar, una vez más, que el abuso de poder, la sinrazón, la avaricia y las ganas de beneficiarse de los demás, abundan en todo el mundo hasta en cosas tan cotidianas como la búsqueda de empleo.
Explico a qué me refiero.
1.- De entrada me asombra el perfil de edad que piden las empresas. Generalmente oscila entre 20 y 27 años. Hay algunos osados que quieren gente experimentada y solicitan “abuelitos” de 30 a 35, pero ya de plano los de 38, como yo, somos material de asilo de ancianos para los encargados de las áreas de Recursos Humanos de las empresas.
Pienso yo, ¿a qué se debe este fenómeno? Bueno, a que el joven de 20 a 27 está saliendo apenas de la universidad o, incluso, está estudiando aún; por lo tanto, con el cuento de que no tiene experiencia, las empresas pueden latiguearlo a su antojo, darle sueldos de hambre, someterlo a jornadas inmisericordes y él, muy probablemente, no va abrir la boca seguro de que éste es un paso necesario en su camino al éxito.
2.- Me sorprenden de verdad, aquellas empresas que piden todo y no dan nada. Me encontré hace algunos meses un anuncio que, palabras más, palabras menos, decía lo siguiente: “Se solicita a licenciado en periodismo o letras, de 20 a 25 años, TITULADO, de escuela privada, preferentemente, que hable al 100 por ciento inglés, que tenga experiencia de mínimo cinco años en edición de textos, que sea desenvuelto, tenga tolerancia a la frustración (y ya nada más les faltó agregar que deseaban que supiera mover la panza para divertir al jefe en sus largos y aburridos días)”.
En el espacio reservado al sueldo de este exigente anuncio habían escrito, sin el menor asomo de vergüenza, que se ofrecían tres mil míseros pesos al mes (el equivalente a 300 dólares para los amigos del extranjero). Eso sí, advertían que el trabajo era de tiempo completo.
Yo inmediatamente pensé, ¿pero es que acaso alguien que cumpla ese perfil toleraría un sueldo como ese? Yo creo que no. Simplemente el dinero que pagué como colegiatura mensual de la universidad era un monto más elevado, así que mi inversión para ser profesionista no se vería compensada.
3.- El colmo, por supuesto, son aquellas empresas que con el pretexto de que solicitan “becarios”, contratan gente a la que de antemano le advierten que no habrá pago alguno, pero sí “vales para el comedor y estacionamiento”.
Hay una de las dos televisoras mexicanas, cuyo presidente apareció en las listas de Forbes como uno de los millonarios con más dinero del mundo, que constantemente pide personal bajo estas características. Un descaro absoluto, pues.
4.- Pero independientemente de este grupo de perlas de la crueldad humana que les he regalado, mis anuncios favoritos son todos aquellos que entre las características que le piden cumplir al candidato mencionan “trabajar bajo presión” y que “tenga tolerancia a la frustración”.
¿Por qué mis favoritos? Porque sé por experiencia propia que estas dos frases son la manera eufemística de decirle a los futuros empleados que tienen que trabajar en jornadas interminables, con jefes que insultan y faltan al respeto de su equipo, sin comer, sin ver a su familia, cumpliendo tareas que siempre eran para ayer, dejando a un lado la dignidad y el decoro y manteniendo una eterna sonrisa a pesar de remar contra corriente.
La culpa de todo esto, por supuesto, no la tiene OCC, sino los cientos de reclutadores sin madre que andan circulando por la red.
De cualquier manera, mi consejo es que si deciden entrar o ya están en alguna bolsa de trabajo similar, o en esta misma, dejen de tener esperanzas vanas y se conviertan, como yo, en una divertida observadora de la miseria humana.

jueves, abril 03, 2008

En busca de la sensualidad perdida

Mañana llegó a los 38 y mi propósito para este nuevo ciclo en mi vida es recuperar la sensualidad. Se me perdió entre las hojas de diversas redacciones, kilos de estrés, toneladas de prisa y un mundo de quehaceres cotidianos
Pero, primero, hay que aclarar aquí un punto. Con sensualidad no me refiero a lo que los medios quieren vendernos ahora como tal: una cantantilla o actriz de medio pelo, con un cuerpo moldeado en el quirófano que mira a las cámaras con los ojos entrecerrados, los labios húmedos y a medio abrir y al hablar lo hace con una voz chillona que pretende tener un tono infantil (lo de la voz, debo agregar, no podría hacerlo ni aunque quisiera, gracias a este tono cercano a lo varonil con que me dotaron mis padres al nacer).


Tampoco busco (sería una osadía de mi parte) convertirme en la versión 4 de mi admirada Marilyn Monroe, el icono sexual por excelencia.


Leía en Wikipedia la definición de sensualidad: “es la proyección erótica subliminal de un humano hacia otro que al decodificar el mensaje es interpretado como: Soy deseable sexualmente”.
Mi opinión es la siguiente: si bien me gustaría que mi propósito de ser sensual se refleje, al ser decodificado el mensaje, como que soy deseable, la verdad sería lamentable que lo único que estuviera buscando fuera una respuesta por parte de los demás.
La sensualidad que yo busco tiene más bien que ver con la postura filosófica planteada por el griego Epicúreo de Samos, quien afirmaba que la clave para ser feliz se hallaba en experimentar un continuo placer.
Para experimentar placer, decía el maestro Epicúreo, había que desechar el dolor o cualquier tipo de aflicción física o mental.
"Yo no sé cómo puedo concebir lo bueno, si elimino los placeres del gusto, y elimino los placeres del amor, y elimino los placeres del oído, y elimino las emociones placenteras causadas por la visión de una hermosa forma".
La sensualidad a la que quiero llegar, pues, no sólo es vestir una ropa seductora, tener un cuerpo espectacular, lanzar miradas llenas de coquetería o ser “una dama en sociedad y una tigresa en la cama”, como dirían muchas abuelitas.
Lo que yo deseo es eliminar el dolor, la prisa y todo aquello que a veces me impide disfrutar a plenitud de una mañana soleada, del contacto de mi piel con el agua, del olor de una flor recién abierta a la vida, del sonido de una de mis melodías favoritas.
Eso, supongo, se verá reflejado, y tarde o temprano se interpretara con el concepto que casi todo el mundo le da a la sensualidad.
Pero lo que yo busco es un trabajo personal. El resultado para los demás es lo que menos me importa.
Perdonen el egoísmo pero éste es mi autorregalo de cumpleaños.