viernes, febrero 08, 2008

Mi campeón


No lo hace como Martir Luther King, Fidel Castro, Adolfo Hitler, Profirio Muñoz Ledo o Gabriel del Río, mi padre, pero estoy segura de que mi hijo es un espléndido orador.
Entre su tío Américo y yo le explicamos la importancia de convencer con el discurso, de mirar de frente y con seguridad a la audiencia, de hacer que el cuerpo entero, incluido el rostro, se involucrara con cada una de las palabras dichas.
Practicamos con él ejercicios para mejorar su postura en el escenario, su dicción, su mirada, su entonación y el énfasis que le daba a cada uno de los términos.
Día a día entrenamos con él y lo vimos crecer, apoderarse de las palabras, hacer suyas las arengas sobre Benito Juárez, que era el tema que le habían dado para hacer su discurso.
Sin embargo yo, que tantas veces transité por concursos, estaba convencida de que no iba a ganar. A lo largo de mis participaciones en certámenes de oratoria y declamación me convencí que no siempre gana el mejor, sino el que le parece mejor a algunos miembros del jurado, el que les cae más simpático, el que tiene un discurso o un poema que haga más caravanas al sistema.
Hoy por la mañana, un par de horas antes del concurso, se lo dije: “Hijo, no aspiro a que ganes, aspiro a que superes este reto para ti mismo, a que al bajar del escenario te sientas satisfecho con lo que hiciste, a que sientas que aprendiste algo nuevo”.
Y no ganó, como era de esperarse. La ganadora era una alumna de escuela pública. Según me enteré después, casi siempre la decisión de los jurados favorece a los alumnos de escuelas públicas. Quizá un acto de populismo, pero no quiero ser suspicaz.
No importa que el discurso haya carecido de originalidad y haya aludido a la sobadísima frase de Juárez “entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, que, por cierto, se empleó en la mayoría de los discursos.
No importa que quien obtuvo el segundo lugar haya dicho su texto a gritos y no con entonación.
Así es el sistema, y el de la Secretaría de Educación Pública mexicana es de los más anacrónicos que existen, no cabe duda.
De cualquier manera, tras el concurso yo le pregunté a mi Andrés lo que verdaderamente me interesaba, ¿cómo te sentiste? Y él me respondió como aspiraba a que lo hiciera. “Muy bien, lo hice muy bien, no me equivoqué, no me dio miedo, me gustó mucho que me aplaudieran y me felicitaran. Estoy contento”.
Para mí con eso es suficiente. Qué mejor premio puede haber que la satisfacción personal. Mi hijo fue el verdadero campeón. ¡Felicidades Andrés!

3 comentarios:

Angie Sandino dijo...

Te felicito Tay, el darle esa seguridad a tu pequeño y el apoyarlo como lo haces, hacen de ti una gran madre, ya que hay muchas señoras y señores que se obstinan en que sus hijos sean los campeones y ganen todos los premios... lo importante es el camino, el aprendizaje, el competir... lo demás... son simples adornos!

Un abrazo! feliz de tenerte de regreso!

Carlos dijo...

...tampoco quiero ser suspicaz pero esa maldita manía de los jurados de ponerse populistas o en guerra clascistas y hasta sexistas, más de una vez han marginado a verdaderos talentos.

Tu hijo, con el ejemplo de su abuelo y madre,seguro dará que hablar y ESCRIBIR con el tiempo.

Taydé querida, me alegra tu regreso, aquí estamos aún tus amigos, para aunque sea virtualmente darte ese abrazo tan necesario.

Espero la etapa fuerte haya pasado, recién en Sept se cumplió una década de la partida del mío...volvió el dolor del primer día, pero regresando la vista me consolé al saber que el está descansando ya y sin este mundanal estres.

Te quiero amiga, recibe mi abrazo desde Ecuador.

boris dijo...

felicitaciones, el incentivar la oratoria lo hara mas seguro de sus acciones, creo que una buena tactica es leer mucho..
saludos!!!