domingo, febrero 11, 2007

De amor I

Verán, ahora que se acerca el tan llevado y traído Día del Amor, pensé en escribir un relato.
Le dí vuelta a muchos de los tipos de amor posible, y al final me salió este texto triste. Tal vez es que esta imagen llevaba tiempo rondando en mi cabeza o tal vez es que de pronto me da por escribir triste.
Una disculpa por la melancolía...

EL TRATO

Sí, soy yo. Sé que no esperabas esta visita y tal vez no la deseabas, pero estoy aquí. Tú y yo teníamos un trato y vengo a que lo cumplas.
No, no ¡Déjame hablar, por favor!
Me traje todas mis cosas ¿lo ves? Aquí están mis cajas de libros y en esta bolsa vieja está la poquita ropa que tengo. Incluso me traje el suéter verde ¿lo recuerdas? Es ése que me tejiste para las noches de frío.
Pero ¿qué te digo a ti? Tú no ignoras lo que tengo, tú lo has sabido todo desde siempre.
Recuerdo cuando te conocí, en aquel viejo parque, al lado del organillero que tocaba “Amor Indio”. ¡Lucías tan hermosa en tu vestido de flores azules! Era difícil distinguirte en medio de los extensos jardines. Tu cabello negrísimo flotaba con el ritmo del viento y tus ojos profundos, que me miraron casi en un descuido, me dijeron que tú ya me conocías desde siempre, quizá de otras vidas.
Te lo he dicho muchas veces, pero estoy dispuesto a repetirlo, nunca pude resistirme a tu embrujo.
También te traje mis manos, esas que siempre me alabaste porque las llamabas fuertes y varoniles. Míralas ahora, marchitas por el trabajo y por los años, pero plenas por todas las caricias que te di.
¿Te acuerdas del noviazgo, cuando salíamos a pasear tomados de la mano y con tu tía Leticia siguiéndonos de cerca? ¡Qué risa nos dio la vez que nos escapamos de su vista para darnos el primer beso de amor! ¿Lo recuerdas? ¡Dime que no has olvidado, por favor!
Hoy vinieron los hijos a verme. Supe que han estado aquí, contigo. Yo no les dije nada acerca de mis sentimientos, pero creo que algo adivinaron.
“Papá”, me dijeron muy serios, “tienes que cerrar el ciclo. Tienes que dejar ir a mamá”.
Yo ya estaba cocinando esta idea de venir e instalarme a tu lado, seguirte aunque tú no lo quisieras, obligarte, pues, a que cumplieras el trato. No quise contarles mi plan a los hijos, me hubieran tomado por loco.
Por cierto, te traje algunas de las cosas que se te quedaron en casa. Aquí está el bordado que dejaste a medias. En los primeros días de tu ausencia, traté de continuarlo, seguir tus puntadas, pero fue imposible, un poco porque las lágrimas me nublaban la vista, otro poco porque sabes que mis ojos están cansados y, para colmo, no sé bordar.
También te traje El Conde de Montecristo. ¿Cuántas veces lo leíste? ¿100? ¿Acaso mil? Creo que las letras empezaron a ponerse borrosas de tanto que las exprimieron tus hermosos ojos.
No hagas caso si la voz se me quiebra. Me pasa desde que te fuiste. No puedo completar dos frases cuando otra vez, el nudo en la garganta y esta sensación de no poder seguir, de querer huir de todos lados, de sentir la necesidad de que me dejen solo.
Todavía tengo fresco el día de nuestra boda. En la noche, cuando ya nadie nos veía, cuando el lecho nupcial estaba preparado para recibirnos con su blanca calidez, nos tomamos de las manos. ¿Recuerdas lo que nos dijimos entonces?
Prometimos que así como en ese momento estábamos unidos, jóvenes y fuertes, también lo estaríamos cuando llegara la vejez. Era un trato sellado el mismo día de nuestro matrimonio; era un trato que prometimos no romper.
Los dos soñamos muchas veces que cuando los hijos se fueran los dejaríamos partir, seguros de haberles dado lo necesario para encarar la vida, y entonces estaríamos juntos como antaño, como siempre, conversando, yendo al cine, paseando por las librerías para comprarnos pilas de títulos, viajando, charlando… ¡Cómo me gustaba oírte! Mirar como tu boca se movía delicadamente al paso de las palabras, escuchar tus conceptos, compartir contigo.
Cuando tú decías que me amabas, que yo era bueno y que no podías contar con más fiel compañero que yo, siempre sentí que te expresabas así porque eras un ángel y sentí inmerecidos tus elogios.
Porque lo he pensado ahora, tal vez no te dije todo lo que te amaba más veces al día, aun cuando te amo muchísimo más que en los primeros años, o quizá no te cuidé con mayor delicadeza y por eso te fuiste.
Aunque en realidad no entiendo ¿Por qué te fuiste?
Viéndolo bien, no quiero explicaciones.
Lo que sí quiero recordarte es que teníamos un trato. Todavía antes de venir, miré las dos mecedoras que habíamos comprado para cumplir el sueño de disfrutar juntos el estado de contemplación que nos regalaría la vejez. Ahí se quedaron, esperándonos.
Y de pronto tú decides dejarme, ¡después de 40 años! Quizá estabas harta de mis manías, de mis pantuflas regadas en las esquinas, de mi libro abandonado en cualquier parte, de mi toalla mojada sobre la cama.
No me importa. Si tú me disculpas, vine a ocupar un espacio aquí. Pienso poner mis pertenencias en este rincón, para que no estorben a nadie, y me voy a quedar junto a tu lápida, a ver pasar la vida, a contarte todas las cosas que me quedaron por decirte, a darte mi amor a ti, porque tengo mucho aún y tú eres la única que debe recibirlo, a regar las flores con mis lágrimas, a dejar que la tierra se haga una conmigo y a recordarte que teníamos un trato y, más allá de lo que hayas decidido, tienes que cumplirlo.

8 comentarios:

el fantasma de la libertad dijo...

Srta Del Rio,

como sabe bien ud, estamos muy formales ahora para comentar, pero he de decirle que así cómo su texto anterior lo leí muy por encima (el de D.H.), este me llamó la atención desde el momento en que noté que sería una ficción, un relato, y por lo tanto, no caeríamos en situaciones de debate.

Leí la mayor parte del mismo pensando, como nos guía el relato a hacerlo, que la mujer lo había abandonado para tener una vida SIN él, y por lo tanto, me parecía degradante esa actitud de "vengo a que cumplas con lo que prometimos", ya que creo que las "promesas" de amor tienen más de presente que de futuro. Creo que nadie debería pasar a cobrarlas.

Pero la vuelta de tuerca final cambia el sentido de las cosas, y en ese momento recordé que hace unos diez años, mediados de 1997, había yo escrito el guión de un cortometraje no muy diferente, en el que la escena final era la de un hombre arrodillado frente a la lápida de su mujer.
Aunque este guión fue muy criticado (y con razón), la semilla de cosas mejores estaba ahí. Y el clima no era demasiado diferente de su relato, excepto que el suyo es más emocional y el mío era más solemne.

Entonces, le dejo un voto por este texto, como quien no quiere la cosa.

Cordiales saludos.-

Taito dijo...

Muchas gracias, amigo Fantasma, por estar aquí y por el voto. Me parece curiosa y halagadora la anécdota que me cuenta de que en algún momento haya tenido una idea similar, la cual plasmó en un guión. Fíjese que a mí esta imagen me viene rondando en la cabeza tiempo ha, porque siempre pienso que debe ser extremadamente doloroso vivir la pérdida del ser amado después de años de vivir con él. Tal vez es el miedo a que a uno le pase lo mismo. Un abrazo y, nuevamente, mil gracias por su visita y su comentario.

isaurapdeve dijo...

Muy bonito texto Tay!
La muerte es uno de los procesos en la vida que más me causan reflexión y sentimientos.
Yo también pensaba que el texo iba a que ella lo había abandonado, pero cuando dice que está junto a la lápida, sentí feíto.
Cuando se toma la decisión de matrimoniarse, creo que es en el entendido de que durará eternamente, pero cuando una parte de la pareja muere, debe venir ese sentido de decepción: no que estaríamos siempre juntos?
Que triste, pero que cierto..
En fin, conmovedor Tay...
Abrazos, xoxo y demás...

Taito dijo...

Querida Ixa: Fíjate que sí, como tú y el Fantasma señalaron, la intención que tuve era que al principio pareciera un abandono y luego descubriéramos que es la muerte porque platicando hace un par de días con mi papá, yo le decía a él que me parece que existen muchos paralelismos entre la gente que sufre una separación y la gente que sufre la muerte del ser amado. Finalmente en ambos casos es un duelo. En fin, ya ves que a veces el amor es triste. Un beso, mi querida Ix.

NORKA dijo...

"A ver pasar la vida... a dejar que la tierra se haga una conmigo", Dios magistral Licenciada, magistral, el recurso del final sorpresivo, como cuesta lograr eso y con coherencia, si de literatura hablamos el relato està perfecto, me encanta y en cuanto DE AMOR te digo que eso es real y si lo sabre yo, por mi suegra que luego de 4 años aun llora a su Armando, "el era mi tudo" lo dice en portugues y mi abuela, ash terminan tan solos cuando uno se va, no se que es mejor Tayde, no lo sè, claro el presente, el ahora es vivir a plenitud, lo demàs viene por añadidura, un beso de chocolate venezolano...

Taito dijo...

Querida Norka: Mil gracias por las felicitaciones, ahora sí que como dice el viejo de este relato, siento "inmerecidos los elogios". Fíjate que sí, me ha tocado ver de cerca a un par de parejas de ancianos, cuyo amor era sublime, y al morir uno he visto la soledad... Es algo que siempre me ha obsesionado, debe ser una pérdida que provoca un inmenso dolor. Por eso, como dices tú, hay que vivir a plenitud. Gracias por los besos de chocolate venezolano, ya los estoy saboreando, van para allá otros de caramelo mexicano.

ilne dijo...

Que historia más enternecedora.
Es lindo que existan historias de amor que duran toda la vida, en esta época que el amor no sabe de compromisos, es alentador que nos recuerden que hay historias que duran toda la vida.
Aunque llegué tarde, me gusto leerte por aquí y ya le deje un comentario al peque de tu casa que de seguro te sentirás orgullosa de el y nos traerá historias hermosas.
Un abrazo mi querida amiga

Taito dijo...

Ilne preciosa: Qué gusto que estés aquí. Ya ves que lo prometido es deuda y seguí escribiendo. Mil gracias por tus palabras y mil gracias por el paso por Zona Peque. Soy una mamá muy feliz... Un abrazote amiga.