jueves, noviembre 02, 2006

Los privilegios de ser un grande


Hace unos años tuve el honor de conocer al maestro José Agustín. Nunca me imaginé que la vida me permitiría un placer de este tipo. Yo había leído libros como De Perfil, La Tumba La Contracultura en México y, por supuesto, las deliciosas Tragicomedia Mexicana desde mis tiempos de preparatoria y era una admiradora confesa de su obra.
Por ello, cuando me pidieron en el periódico que lo contactara para invitarlo a colaborar en la sección en la que yo fungía como coeditora asociada, tuve que echar mano de todo el valor de que disponía para marcar su teléfono y atraverme a hablar con él.
Durante los siguientes tres años, fui la encargada de recibir las espléndidas columnas que mandaba cada semana a la sección y que después compiló en el libro La Ventana Indiscreta, editado por la Universidad Veracruzana.
No puedo explicar con palabras el placer que significaba comunicarme con él cuando el editor me pedía que le sugiriera algún tema en específico para su siguiente texto. Siempre se mostró amable, cordial y con la sencillez de la que sólo hacen gala los espíritus grandes. Además, tenía el privilegio de leer de primera mano la columna que llegaba puntualmente a mi correo electrónico y que trataba temas que iban del rock al cine, la contracultura e incluso el I Ching.
Una de aquellas semanas, llegó a mi bandeja de entrada a colaboración del maestro. Como de costumbre, la abrí, para copiarla en los archivos del periódico, leerla para cambiarle algunos estilos de letra y después enviarla a Monterrey para que la incluyeran en el diseño de la sección.
Pero he ahí que en aquella ocasión la columna era diferente. No se trataba del encabezado y los tres o cuatro mil caracteres a renglón corrido que usualmente mandaba; en su lugar, aparecía él título, un pequeño texto introductorio de dos líneas, cabecita de descanso y otras dos o tres líneas; otra cabecita de descanso y dos líneas más, y así hasta el final.
A mí me extraño un poco este formato inusual de la columna, pero decidí respetarlo y enviarlo a la coeditora en Monterrey. Sin embargo, ella me llamó minutos después, realmente extrañada.
- Taydé, leíste la columna de José Agustín. ¿No se te hizo un poco rara?
- Sí- le dije -la noté diferente
- ¿Por qué no le llamamos? A lo mejor mandó un archivo incorrecto- me señaló.
- Mejor pregúntale primero al jefe- respondí -porque el maestro José Agustín conoce y maneja con tanta maestría los estilos narrativos, que a veces se da el gusto de innovar; pienso que eso pudo ser lo que pasó en este caso, y no quisiera llamarle para que él piense que soy una inculta que no entiende nada y que además desconoce su obra y no respeta su libertad como escritor.
La coeditora decidió entonces preguntarle al jefe, quien estuvo de acuerdo conmigo y decidió incluir la columna tal y como la había enviado el maestro, sin mover una coma ni preguntar nada más.
A primera hora del día siguiente a la publicación, recibí la llamada de José Agustín, que, sin más, me confesó que estaba muy apenado.
- Esa no era la columna, Taydé- me dijo con la cordialidad de siempre -me equivoqué y le mandé el esquema que hago siempre antes de empezar mis textos. ¡Qué pena!
Yo, por mi parte le conté lo que había sucedido, y después de reírnos un poco por el incidente, le mencioné lo que hasta hoy sigo pensando.
- Lo que pasa, maestro, es que cuando uno se ha consagrado como lo ha hecho usted, incluso esquemas como el que mandó en lugar de la columna son tomados como arte. No hay duda, esos son los privilegios de ser un grande.
Gracias, José Agustín, por ser un gran ejemplo para mí.

4 comentarios:

Gaby del Río dijo...

Jejejeje, maravilloso relato, Tay, jeje, un gustazo leerla ahora!!!!!!
Un beso!
:)

Anónimo dijo...

Eso es lo que yo quisiera, ser tan grande que se me publicara cualquier apunte y/o garabato. Ya llegaremos todos. También mi querida Teteta Bond.

Oli

Grimalkin el Bardo dijo...

Ésta anécdota siempre me ha parecido deliciosa. El caso del reconocido y laureado escritor que tenía que poner tres veces la atención que otros escritores dedican a su trabajo.
Muy bueno.
;)

Taito dijo...

Así es, hermanito, don José Agustín tiene que revisar tres veces lo que manda porque si por casualidad se equivoca y manda la lista de super que hizo en la mañana, se la publican y se la alaban. Ahora que lo pienso debí haber titulado este texto, los riesgos de ser un grande... je je je.