viernes, noviembre 17, 2006

Las tribulaciones del rey


Un buen día el señor Sol se descubrió malhumorado. No era un día diferente a los anteriores. Como siempre, se encontraba ahí, en medio de la galaxia, lanzando sus rayos en todas las direcciones.
¿Por qué estaba de malhumor entonces?
Los planetas no se habían movido de sus órbitas. Los asteroides y los meteoritos que tanto lo entretenían con su paso vertiginoso seguían ahí. Todo estaba tan en orden como siempre.
El señor Sol meditó. Tal vez no era nuevo esto de sentirse malhumorado. En realidad era una sensación que se le había colado poco a poco con el paso de los días, de los meses y de los años. Resultaba difícil saber cuándo había empezado a experimentar este malestar, pero lo que sí se daba cuenta es que aquel día era particularmente incómodo.
- ¿Será la Tierra la causante de este genio que me cargo?- se preguntó.
La Tierra había sido desde siempre su rincón favorito, el lugar al que día a día destinaba sus mejores actuaciones.
Pero he ahí que la Tierra ya no era la misma de antes.
- Qué tiempos aquellos- suspiró.
Su planeta consentido ya no le enviaba, como en sus inicios, los sonidos del agua cantarina corriendo por sus ríos, mares y cascadas; tampoco le compartía los aromas de sus cientos de miles de flores y árboles que él ayudaba a crecer con amorosa ternura, ni las imágenes de paisajes y animales sublimes, que le habían arrancado lágrimas en tantas ocasiones. Ahora llegaban hasta él, los ruidos de cientos de chicharras que lo volvían loco, gritos, lamentos, estallidos, un extraño tufo a humo que le picaba la nariz y la imagen de calles y avenidas plagadas de edificios que dominaban en medio de los cada vez más escasos espacios verdes y azules.
Pero no, definitivamente no era eso lo que lo tenía de malhumor, porque la extraña evolución de la Tierra le había sido equivalente a leer una extraordinaria novela, en la que se mezclaban por igual los momentos felices con las etapas de dolor.
- No, no es la Tierra, más bien es el hombre el que me tiene loco- pensó.
Se recordó a sí mismo, hace cientos de años, cuando estaba en la plenitud de su fuerza y lo bautizaban con diferentes nombres: Tonatiuh para los aztecas, Inti, para los incas, Helios para los griegos y Mitra para los persas y romanos.
Se organizaban fiestas en su honor, se le honraba, se regalaban bailes y ofrendas, se le agradecía su extraordinaria tarea sobre todos los seres vivientes a través de oraciones y cánticos, y a cada paso el sentía la plenitud de su poder.
Poco a poco, las ceremonias en su nombre fueron mal vistas. Se les llamaba paganas, con un dejo despectivo en la voz. Sin embargo, el señor Sol aún tuvo el consuelo, por muchos cientos de años, de los poemas en los que él servía de inspiración y de los muchos seres que a cada día se despertaban y daban gracias por poder contemplar nuevamente sus rayos.
- ¿Pero hoy? Hoy ya soy un estorbo. Si caliento demasiado, malo; si caliento poco, malo también. Mi nombre es utilizado para advertir los daños que pueden causar mis rayos, antes tan venerados. Ya existen pocos poemas, y muchos menos que me mencionen, y mi única alegría son esos cantos con que los pequeños me saludan algunas mañanas.
Nadie repara siquiera en que esta misma luz, que ahora pasa por América, más tarde estará en Africa y en Europa y Oceanía, en un acto de magia eterno con el que logró llegar a todos los rincones.
Nadie repara tampoco que mis rayos son justos y no hacen distingos, lo mismo acarician al hombre malo, que al bueno, al viejo que al joven, a la mujer que al hombre, al escritor que al actor, a la mesera y al payaso callejero.
De pronto, el señor Sol cayó en cuenta, con la fuerza de un latigazo, que lo que le estaba pasando no le era desconocido. De hecho, era una historia que había visto repetida en el mundo humano cientos de veces. El malhumor no se quito, pero al menos sintió un bálsamo al encontrar la respuesta ante la ingratitud del hombre, consciente de que era una historia que se seguiría repitiendo mientras el mundo fuera mundo.
- Simplemente, me estoy volviendo viejo- concluyó.
Y como todo buen viejo, decidió que seguiría ahí, alumbrando, y dejaría que el hombre entendiera la lección como siempre lo hacía, cuando tuviera que añorar lo que había perdido.

7 comentarios:

ilne dijo...

deberiamos volver a otros tiempos donde se respetaba y temia a la naturaleza donde antes de recoger sus frutos se pedia permiso cuando solo se cogia lo necesario. cuando la naturaleza lo dominaba todo con su crueldad y su benevolencia.
me asusta el cambio climatico y se que mi granito de arena y el de mucho no lo cambiaran hasta que los de siempre los poderosos decidadn que la codicia es igual a un cancer

Gaby del Río dijo...

Simplemente al despertar, agradecer que es un día más....con un sol para nosotros....qué tal si cantamos también la de los pequeños?
sol, solecito, caliéntame un poquito, hoy y mañana y toda la semana.....jeje, muy linda.
Un beso!!!

Taito dijo...

No puedes tener más razón, Ilne, la codicia, el afán de poder están acabando con nosotros a gran velocidad. Ojalá, como dices, volviéramos a aquellos bellos tiempos de veneración a la naturaleza, tan sólo por salvarnos. ¡No sabes cómo me gustó tu reflexión! Un beso grande.

Y sí, Gabyta... sol, solecito, caliéntame un poquito... Yo me sigo admirando por los bellos días de sol. Son inigualables y me llenan el corazón de alegría.

Grimalkin el Bardo dijo...

Me quito el sombrero.
¿Hay vida fuera de la tierra? Éste fantástico cuento es, por lo menos, una afortunada descripción, quizá muy aproximada...

Luz, para tod@s

Recursos para tu blog - Ferip - dijo...

Pensar que el Sol no es el que ocasiona los problemas!
Los "mayordomos de la naturaleza" somos los que lo estamos haciendo sentir mal...

Que este viejito se quede tranquilo...Que siga resplandeciendo!
Lo amamos tanto! Y no podríamos subsistir sin él!
Bechos!
Venite a bailar un poco! :)

Apologista dijo...

Ay Tay temo que mis comentarios sean siempre lo mismo. Pero tengo que empezar siempre desde el mismo punto. Amo lo que escribis. Y la manera. Una perfecta convinación de fondo y forma.
Muchos puntos comentables. Los que más llamaron mi atención fueron aquellos de las "culpas" que suelen enviar al sol. Ojo yo no me incluyo, porque yo disfruto tanto un día nublado que uno soleado, es que yo me ajusto al día, no pretendo que el día se ajuste a mí.
A veces pienso que nos encontramos en una pelea constante. Si hace calor se añora el frio y viceversa.
Otro de los puntos importantes fue el final. Eso de me estoy volviendo viejo. Increíble Tay. Increíble.

saludos besos abrazos a toda la pandilla del río a Fpipula y nos estamos tertuliando.
Mar.

Taito dijo...

Grimalkin. Son un honor tus palabras. Mil gracias, hermano.

Así es mi querida Feri, somos los mayordomos de la naturaleza y sin embargo la lastimamos tanto... Claro que me uno al baile, perdón por el retraso...

Marian, gracias por tus palabras tan lindas hacia mis textos. Y, nuevamente una conexión más, yo me levanto todos los días y disfruto mirar el sol que siempre es un gran milagro y que espero que alumbre a mis hijos, nietos y tataranietos por mucho tiempo más.